Por Daniel Díez, profesor del Programa Especializado en Blockchain.
Nos encontramos en un momento peculiar en la historia del dinero, uno en el que las naciones-Estado que competían con divisas convencionales comienzan a digitalizarlas, con objeto de dotar a su política monetaria de mayor efectividad en unos casos, o de hacer que las fronteras entre países se vean cada vez más difuminadas para las mismas en otros.
Desde la ruptura de Bretton Woods pareciera que la innovación en este ámbito había permanecido cuanto menos apaciguada, con un abanico de opciones limitado. Por si esto fuera poco, la maduración y adopción institucional del Bitcoin, así como la aparición de nuevas divisas digitales emitidas por grupos empresas como Diem (antes Lira) nos abre un nuevo horizonte de posibilidades en el que gobiernos, empresas y comunidades open source compiten por ofrecer la mejor solución en este nuevo entorno monetario, frente a lo limitado de las opciones que teníamos anteriormente como ciudadanos.
Con la llegada de las stablecoins y concretamente, del euro digital, podría quedar desplazada también la función tradicional de los bancos, quienes aún se encontraban afrontando el tremendo reto de PSD2 y la introducción de modelos de banca abierta en un entorno de tipos bajos, y podrían ver desintermediado el propio servicio de custodia de fondos, con la posibilidad de los ciudadanos posean un wallet custodiado por el propio BCE o ellos mismos, al margen de la banca comercial, algo que de base supondría un radical cambio en las reglas del juego.
Es este el fin del principio de Bitcoin y de las criptomonedas, un principio que había estado marcado por una tremenda incertidumbre regulatoria, una elevada volatilidad y una dificultad en su experiencia de usuario como principales cuellos de botella. Pero lejos de esta circunstancia, en la actualidad tenemos ante nosotros a una clase de activo que ya permite unas posibilidades sin precedentes en un entorno financiero ideal para ello, y que está redefiniendo no solo la función y utilidad del dinero, sino también la de nuestro sistema financiero en conjunto.
Este activo está redefiniendo no solo la función y utilidad del dinero, sino también la de nuestro sistema financiero en conjunto. En esta nueva fase de maduración hemos podido comprobar cómo la hipótesis de que el Bitcoin podría ser el activo definitivo para protegernos en el escenario de un Cisne Negro como el que ha supuesto la llegada del Covid-19 se ha cumplido, habiendo manteniendo la descorrelación con los principales índices bursátiles que había caracterizado a este activo en los últimos años y protegiendo por tanto a quienes disponían de los mismos en su cartera, y es esta una circunstancia que ha atraído más atención que nunca.
Es por ello que no sólo el interés a nivel retail e institucional se ha disparado, sino que también por primera se está creando la infraestructura adecuada para dar cabida al mismo con igual o más velocidad, creando oportunidades como los servicios multicanal de compra-venta y uso de Bitcoins que faciliten la entrada a este ecosistema; custodia para evitar los riesgos de pérdida de la clave privada y con ello de los fondos, y ofrecer una mejor experiencia de usuario; seguros, para cubrir la posibilidad de un robo o pérdida de los fondos, o crédito, para brindar usos alternativos a la enorme liquidez aprovisionada en Bitcoins que por lo general no solía moverse debido a la aún ausencia de servicios seguros para rentabilizarla.
Son estas oportunidades las lejos de ser futuras están ya siendo aprovechadas por empresas internacionales como PayPal o nacionales como BBVA, BNext e incluso Prosegur para captar una parte importante en este nuevo nicho cuyo interés suscitado resultaba marginal hasta la fecha y en el que pocas empresas se encontraban posicionadas.
Ha emergido asimismo una tendencia iniciada por MicroStrategy (MSTR:NASDAQ) en el reemplazo de la tesorería de grandes multinacionales de dólares por Bitcoins, que promovida por su CEO Michael Sayor, ha reemplazado la misma por un total de 70.470BTC en los últimos meses.
Esto es algo que podrían repetir un elevado número de grandes empresas al existir ya la liquidez suficiente como para que tal tipo de operaciones se hagan realidad. Esto tendría un gran impacto al alza en la cotización del Bitcoin en el próximo año siguiendo la tendencia actual.
A pesar del enorme potencial y horizonte esperanzador de la criptodivisa, existen riesgos que conviene tener presentes y están lejos de haber sido solventados en la actualidad como lo son la ausencia de la proclamada descentralización en el gobierno de la red, que a día de hoy está distribuido en menos de 10 principales empresas y cuenta con más del 70% del poder computacional concentrado en China.
También la elevada volatilidad, que aun viéndose progresivamente reducida acorde a la maduración del Bitcoin seguirá estando presente, algo propio de algo que es simultáneamente un activo en proceso de capitalización, un ecosistema en formación y una tecnología en proceso de adopción. Y es que 2021 será el fin del principio, pero aún queda un largo y próspero camino por recorrer para el Bitcoin.
Tribuna publicada en El Español.
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