Por Igor Alonso, profesor del Master en Gestión de Carteras del IEB.
Retrocedamos unos cuantos años, a finales del siglo XX, cuando se produce la irrupción de Internet en nuestras vidas. En aquel entonces, las mayores incertidumbres venían de la mano de la regulación, de la seguridad y del recelo del público en general. Y pese a estas grandes incertidumbres, se crearon multitud de empresas que vieron la capacidad de generar un nuevo ecosistema de compañías en torno a Internet, lo que se acuñó con el nombre “empresas puntocom”. Estas empresas generaron unas increíbles expectativas en los mercados, que se materializaron en espectaculares revalorizaciones que hicieron, por ejemplo, que el índice bursátil Nasdaq multiplicase su valor en muy poco tiempo.
Pero, poco tiempo después, hubo un cambio drástico en las expectativas que habían generado este tipo de empresas: se subestimó la madurez del mercado para asimilar este tipo de tecnologías, las infraestructuras necesarias, su complejidad, el plazo de recuperación de las inversiones realizadas, etc. Y con ello, se produjo lo que se denominó la “crisis de la burbuja puntocom”, donde desaparecieron miles de empresas, bien por fusiones o quiebras. Esta crisis hizo que el índice Nasdaq mencionado anteriormente perdiese más de tres cuartas partes de su valor.
Sin embargo, hoy en día nadie puede negar que realmente Internet cambió nuestras vidas por completo: la forma de comunicarnos entre nosotros, con las empresas, incluso con las administraciones públicas, la forma de acceder a la información, la forma de trabajar, la forma de consumir, de producir…En definitiva, la irrupción de una nueva tecnología que podía cambiar la economía mundial creó, en pocos años, una estructura empresarial que se construyó a mayor velocidad de lo que la economía y la sociedad fueron capaces de asimilar.
¿Podemos estar viviendo algo similar con las criptomonedas? En primer lugar, debemos destacar los dos aspectos fundamentales que implica la irrupción de lo que denominamos “criptomonedas”: creación de monedas virtuales en competencia con las tradicionales y una nueva metodología contable de control de estas monedas (Blockchain), que le confiere una singularidad propia frente a aquellas.
Como primer aspecto debemos analizar la importancia que tiene la aparición de nuevas monedas no reguladas por los gobiernos ni emitidas por bancos centrales, sino auto controladas por una comunidad de usuarios. Lo que conocemos como monedas tradicionales (dólar, euro, libra, etc.) es el dinero declarado por un gobierno como moneda de curso legal y cuya emisión corresponde a un banco central. El valor de estas monedas es lo que se conoce como “fiduciario”, es decir, basado en dicha declaración de oficialidad por un Estado y por la confianza que sus usuarios tienen en ella como instrumento para efectuar transacciones económicas, pero no por su valor intrínseco o por tener un patrón de referencia (como lo fue el oro en su momento).
Frente a las monedas tradicionales, tenemos unas nuevas monedas virtuales con sus propias normas predefinidas, libres de manipulaciones e intervencionismos, totalmente digitales, sin un valor intrínseco más allá del que sus propios usuarios quieran concederles. Además, emplean un mecanismo de encriptación que les confiere anonimato, y un mecanismo de contabilidad que les otorga seguridad sin necesidad de un intermediario o fiduciario que les conceda valor.
A ambas modalidades las une un punto importante, y es el hecho de que, finalmente, su valor depende del crédito o valor que la sociedad o sus usuarios quieran concederles. Pero las diferencia, en favor de las tradicionales, que aquellas están declaradas oficialmente como legales y su valor, aunque fiduciario, es estable en el tiempo y su usabilidad está generalizada entre los agentes sociales y económicos. También las diferencia, en favor de las nuevas, que estas tienen mayor transparencia, rapidez, eficiencia e incluso seguridad en sus transacciones y, por último, mayor confidencialidad. En cualquier caso, sobre las nuevas monedas recae la carga de la prueba y son las que deben despejar dudas y demostrar que realmente serán capaces de romper las barreras de entrada. ¿Cuáles serán las claves que determinarán su éxito o su fracaso?
Una moneda triunfa si es aceptada y utilizada de forma generalizada. Sin estas dos premisas, la moneda no tiene futuro. Hoy en día, aún existe una gran incertidumbre regulatoria y aunque en aumento, pocas entidades aceptan estas monedas como pago. Por otro lado, los gobiernos no serán muy partidarios de que se generalicen monedas que no puedan controlar, legislar y, sobre todo, fiscalizar. Recordemos que el anonimato es una característica de las nuevas monedas y eso permite canalizar y ocultar todo tipo de operaciones. La aparición de este tipo de monedas es un riesgo para el sector financiero actual porque su rol de intermediario y garante sería totalmente marginal (y su poder como lobby está fuera de toda duda).
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