Por Igor Alonso, profesor del Master en Opciones y Futuros del IEB y co-fundador de Accurate Quant.
No nos engañemos, tan atípica ha sido la evolución de los últimos años de las bolsas mundiales como la reacción de los últimos días, ni más ni menos. Es más, es imposible explicar esto último sin atender a lo que ocurrió antes.
Contextualicemos: las bolsas mundiales, y en especial la bolsa americana, llevaba acumuladas rentabilidades superiores al 300% desde los mínimos que marcó en marzo del 2009. Estamos hablando de rentabilidades superiores al 15% anual acumulados durante nada menos que 9 años, no habiendo superado en el camino correcciones superiores al 20%, y desde hace año y medio ni del 5%.
Está claro, que se ha vivido una época extremadamente plácida, donde los índices de volatilidad bursátil (percepción del riesgo de mercado) han marcado el último año mínimos inimaginables, que hacían pensar que el riesgo, la incertidumbre, las oscilaciones de precios, eran cosas del pasado, que ya no aplicaban en nuestros mercados. En otras palabras, que el mercado había evolucionado hacia un comportamiento más eficiente de oferta y demanda.
Sin embargo, el mercado siempre nos devuelve a la realidad, antes o después vuelve a su esencia, y normalmente lo hace sin contemplaciones y cuando menos te los esperas: correcciones en bolsa superiores al 4% en una sesión y del 8% desde máximos de hace poco más de una semana: así funciona el mercado.
Pero ¿qué ha ocurrido para que esto suceda de esta manera tan agresiva? ¿Estamos realmente en un cambio de tendencia de los mercados? Podemos centrarnos en buscar si las perspectivas económicas globales, y en especial las de EE.UU, han cambiado tanto como para justificar los fuertes retrocesos de las bolsas, o si los costes laborales estadounidenses pueden realmente provocar una fuerte tensión inflacionista que haga mucho más restrictiva su política monetaria y presione a la baja los precios de bonos y acciones, y ello contagie al resto de los mercados. Sin embargo, hay una explicación mucho más sencilla: detrás de los mercados hay personas.
Es cierto que gran parte de las transacciones mundiales se hace de forma electrónica, y que en ocasiones han provocado grandes caídas repentinas de los mercados, en lo que se conoce como “Flash Crash” (como el que ocurrió en mayo del 2010). Sin embargo, detrás de la mayoría de esas transacciones existen decisiones discrecionales tomadas por personas.
Los mercados se rigen por emociones, por impulsos: la codicia de dar el pelotazo, la euforia de haber acertado en mi última decisión, el vértigo de estar en precios máximos, el pánico a perderlo todo, la envidia de lo que ganan los demás, y un largo etc. Sí, características tan humanas como estas son las que suelen marcar la evolución de mercados, y hacen que se comporten de forma volátil.
Recordemos que la bolsa son valoraciones de empresas, cuyo valor no sólo radica en lo que tienen actualmente (aspecto objetivo), sino también en lo que son capaces de generar a futuro (aspecto subjetivo), y ahí es donde entran en juego las expectativas y donde las emociones humanas cobran especial relevancia: el optimismo, la euforia o la codicia hicieron que las valoraciones de las empresas se incrementasen fuertemente prácticamente sin corrección; el vértigo y el pánico hacen que los precios se desplomen en pocas sesiones. No tenemos que irnos muy lejos para ver una acción-reacción similar, como son las criptodivisas.
Y esto hace que, por norma general, el inversor suela perder dinero al invertir en los mercados: compramos cuando las cosas suben, y cuanto más suben, más seguros estamos de nuestra decisión, y cuando bajan vendemos, y cuanto antes mejor, a cualquier precio si es preciso.
Sin embargo, existen nuevas tendencias de gestión basadas en técnicas de Inteligencia Artificial, que sacan precisamente rendimiento de este comportamiento llamémosle humano: tratan de aprovecharse de los miedos de los demás para tomar posiciones y salirse de los valores cuando detecta euforia en el mercado. Están diseñados y preparados específicamente para afrontar estos movimientos de mercados, tanto en un sentido como en otro.
Esta modalidad de gestión se fundamenta en una metodología Machine Learning, que permite en primer lugar crear portfolios robustos, buscando rentabilidad de las inversiones pero a su vez estabilidad en los retornos, mediante diversificación en activos independientes entre sí y restar dependencia del contexto económico y de los mercados. Y en segundo lugar, permite diseñar sistemas de gestión que aprendan de los mercados y se adapten a ellos en las decisiones de inversión, sin esperar que el mercado me dé la razón a mis decisiones de inversión.
Los mercados funcionan así, no suele dar segundas oportunidades: echa del mercado al que no tiene un plan de actuación establecido, si no que se deja llevar por sus impulsos y por la improvisación, y premia al que primero analiza, luego establece una estrategia y finalmente actúa en consecuencia de una forma disciplinada.
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