Por Miguel Ángel Bernal, profesor del IEB.
Siento simpatía y admiración por el actual gobernador del Banco Central Europeo, el italiano Mario Draghi. Recientemente el gobernador alertaba de una ralentización en el crecimiento de la euro zona. Entonces, sin alarmas alocadas, D. Mario señalaba una tendencia, la de un menor ritmo de crecimiento. Una noticia que quita presión a todos aquellos que quieren o desean que el precio del dinero y la actuación laxa en la política económica cambien.
Esa misma semana en España, estrella -dicen- del crecimiento en el área euro y entre los países desarrollados, se confirmaba el menor ritmo. Se publicaba el dato de PIB, donde creciendo a buen ritmo ya se percibe el cansancio. La noticia en sí no sería a destacar si no fuese porque España necesita unas cifras de crecimiento fuertes para afrontar las graves carencias o brechas que tiene: desempleo y desigualdad.
En efecto, España necesita un crecimiento apreciable. Los datos de la EPA publicada confirman la afirmación anterior, ya saben, sorpresivamente aumentó el paro en el primer trimestre. Sin los aludidos ritmos de crecimiento altos, España está amenazada por dos problemas: el primero el déficit público enorme y el segundo el renqueante mercado laboral. No nos engañemos, no hay milagro en la caída del desempleo, lo que hay es precariedad y temporalidad.
Es conveniente analizar el crecimiento en que se ha basado el PIB. La economía española se ha venido apoyando en medidas totalmente exógenas a ella: tipos de interés, caída del crudo, primavera árabe; sin olvidar una interna y ajena a la política llevada por el ejecutivo de Mariano Rajoy, los empresarios y el esfuerzo enorme para internacionalizar su actividad. Algo, esto último, sin parangón en ningún periodo de la historia económica de España. Pues bien, esas medidas están cambiando, agotadas o incluso variando de rumbo.
El petróleo una variable que ha cambiado. El alza del crudo, probablemente, circunstancial a los niveles actuales, pero desde luego donde parece difícil volver a ver precios por debajo de 40 dólares por barril (d.p.b.), pone en entredicho el cierto equilibrio de la balanza por cuenta corriente. España siempre ha sido deficitaria por esta cuestión, ha restado puntos al PIB, a nuestra actividad, por la dependencia que tenemos del crudo; nos ha obligado a endeudarnos para cubrir ese déficit.
Si hasta el momento la aportación de nuestras relaciones comerciales con el extranjero había llegado a ser positiva, en este trimestre ha sido ligeramente negativa, es previsible que esa negatividad aumente en este trimestre. Hoy por desgracia aún vemos lejano el cambio de petróleo a otros tipos de energías. Nuestra máxima dependencia del petróleo ha supuesto siempre una pesada carga para nuestra salud económica. El alza del precio del crudo actual, nos recuerda este lastre.
Pensemos que con los precios actuales, por encima de los 70 d.p.b., el cuadro macroeconómico del Gobierno se resiente. La desviación del escenario puede restar alrededor de una décima de crecimiento. Poco, de acuerdo, pero el bálsamo del abaratamiento energético parece llegar a su fin.
No debemos olvidar, pensando en nuestras relaciones comerciales con el resto del mundo, el turismo. El sector no está agotado, pero no parece que pueda mantener los crecimientos vividos, es más, incluso hasta los precios de los carburantes pueden jugar en su contra, encareciendo los viajes. Este diario ha publicado noticias al respecto.
En cuanto a los tipos de interés el tema no da para más, mientras que no suban no supondrá un fuerte lastre, eso sí, el día que los tipos suban comenzará a notarse la losa de nuestro enorme endeudamiento. Las familias y las empresas han acometido una caída de los niveles de endeudamiento, sin embargo el Estado ha hecho lo contrario. Rajoy y su equipo económico han llevado la deuda pública a cuotas muy preocupantes, 98 por ciento para la computable de déficit de cara a Bruselas, más del 130% del PIB, la auténtica y real. España es el único país del área euro, incluido Grecia, donde el déficit primario es negativo. Por ello, la deuda y el déficit, el día que los tipos de interés despunten y el BCE deje de comprar deuda pública nuestro endeudamiento también restará.
Desde luego queda todavía tiempo, previsiblemente, para ver ese escenario de subida. Estamos de acuerdo en esa visión, sin embargo, hoy vemos que el ritmo de crecimiento se ralentiza, lo hace porque los motores del crecimiento se frenan. Los crecimientos de la demanda interna son engañosos, la disminución del paro ha creado un cierto grado de confianza, pero es un espejismo. Lo es porque los asalariados han bajado su nivel salarial, los costes laborales han disminuido.
Veremos a España crecer, nada apunta a una caída drástica del PIB, ni se ve una recesión. El crecimiento de entre el 2,5% o 2,7%, niveles a los que nos lleva la nueva situación. Buenos pero insuficientes para aligerar dos de los tres problemas principales: paro y desigualdad. Hay un tercero el déficit público que mezclado con el envejecimiento de la población puede complicar el escenario.
España necesita crecimiento vigoroso, pero también, como Draghi y los organismos económicos europeos nos repiten, reformas. Ese menor ritmo de crecimiento de Draghi, puede no ser preocupante para otros países, para el nuestro sí lo es.
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