Por Ramón Casilda, analista, consultor estratégico iberoamericano y profesor del IEB.
Christine Lagarde expresaba que la economía mundial tras la crisis rema en la buena dirección del crecimiento. El FMI da cuenta de ello en su informe: Actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial (16-07-2018).
Dicho informe confirma la previsión del anterior (abril, 2018), que situaba el crecimiento mundial para 2019 en el 3,9%. Aunque advierte de que esta puede ser la tasa más alta, dado que el crecimiento se desacelera en la zona del euro, Japón y Reino Unido. Mientras que Estados Unidos, im-pulsado por el reciente estímulo fiscal, cuenta con unas previsiones de desaceleración a medio plazo. En cuanto a los países emergentes, se muestran más desigual de lo que reflejaba el informe de abril, debido en parte al aumento de los precios del petróleo y las presiones cambiarias como actualmente es el caso de Brasil con la fuerte depreciación del real.
De manera que con este trasfondo irregular, se reunieron los ministros de finanzas del G-20 en Buenos Aires (21-22 de julio). Lagarde les invita a concentrase en sus esfuerzos, dado que la economía mundial muestra situaciones confusas. Para lo cual identifica tres áreas principales en las que se puede progresar: el comercio global; las vulnerabilidades de los mercados emergentes y; el impacto de la tecnología en el empleo.
Sobre el comercio global, considera que se debe aprovechar el crecimiento antes de que cambien las mareas. No en vano, las tensiones comerciales ya están dejando huella, pero la magnitud del daño depende de las medidas de los legisladores. El FMI ya advirtió contra las heridas económicas autoinfligidas como resultado de las medidas proteccionistas. Desafortunadamente, la retórica se ha transformado en realidad, y una serie de aranceles y contra aranceles han entrado en vigencia durante el último mes y principalmente entre EEUU-China-Unión Europea. Los datos recientes de la UE y Asia apuntan a una disminución en los nuevos pedidos de exportación y una confianza vacilante en algunos países exportadores de automóviles. El FMI en su Nota de Vigilancia del G-20 (18-07-2018), simula cuatro escenarios hipotéticos de comercio para la economía global. Si todas las tarifas anunciadas entran en vigencia, la producción mundial se reduciría en 0,1% en 2020. Y si la confianza de los inversionistas decae por estos aranceles, el PIB mundial podría disminuir un 0,5% aproximadamente, es decir unos 430.000 millones de dólares hasta 2020.
Al analizar el impacto por regiones, en principio todos los países se resentirán del conflicto comercial, y de manera singular la economía norteamericana se muestra especialmente vulnerable porque gran parte de su comercio mundial se encontraría sujeto a medidas de represalia. Las tensiones globales, contienen el peligro de perder de vista los temas más importantes como, la modernización de las normas comerciales para abordar los derechos de propiedad intelectual; la adopción de acuerdos innovadores sobre el comercio electrónico; y los servicios digitales.
Respecto a las vulnerabilidades de los mercados emergentes, los conflictos comerciales crean una situación complicada de por sí. A esto se une un aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, que ha presionado a muchas economías emergentes, como Brasil y Turquía (países con importantes intereses bancarios españolas respectivamente de Santander y BBVA). En total, los inversores retiraron más de 14.000 millones de dólares de los mercados emergentes desde los meses de mayo a junio. En respuesta, las autoridades de varios mercados emergentes elevaron las tasas de interés y algunos han intervenido directamente para respaldar su moneda nacional. Actualmente, como las tasas de interés en Estados Unidos están aumentando, existe el riesgo de que más países puedan enfrentar una mayor presión. Al respecto, Lagarde hace saber que el FMI seguirá brindando orientación, haciendo todo lo posible para ayudar a los países en el fortalecimiento de sus economías y en el aumento de su resiliencia frente a los vientos en contra.
En cuanto al impacto de las nuevas tecnologías en el empleo, con los conocidos avances en inteligencia artificial y automatización que elevan la productividad y el crecimiento, también son conocidos los problemas que implican debido a que los trabajadores pierden el empleo y el tejido social tiende a desequilibrarse y desigualarse, con lo cual, las crisis como criaturas de costumbres podrían regresar en forma digital. El nuevo documento del G-20 sobre el Futuro del trabajo muestra que muchos países no están obteniendo una información precisa de cómo las nuevas tecnologías están cambiando la fuerza laboral y los problemas que conlleva. Una información precisa permite tomar medidas para afrontar las consecuencias. Estas medidas deben incluir la modernización de las redes de seguridad social, la reforma de los sistemas educativos y el compromiso de realizar grandes inversiones en infraestructuras digitales.
No hay duda de que cada país tiene diferentes áreas y sectores que atender y cuidar, pero una cosa es clara para todos: es hora de prepararse para la disrupción tecnológica que se acelerará todavía más durante los próximos años.
Estamos a tiempo de manejar los problemas y desafíos que enfrentará la economía global, para incluso convertirlos en ventajas, pero solo si reconocemos que el actual momento de crecimiento no durará para siempre, matiza Lagarde.
Todos los días, cuando la marea retrocede, se revela la línea costera. La pregunta para los miembros del G-20 es qué elegirán construir a lo largo de esa costa. ¿Será un sistema frágil susceptible a las tormentas o una base económica sólida tan confiable como el lecho de roca?
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