Por Patricia Lampreave, profesora del IEB y experta en política fiscal europea de la Comisión Europea.
La campaña de las elecciones europeas llega a su fin y llama la atención que desde hace años los políticos repitan el mismo mantra, que “es necesario más Europa, mayor integración”, sin saber muchos de ellos el significado de lo que revindican.
En la última década hemos vivido una serie de realidades que hacen necesaria una seria reflexión sobre la UE. Vaya por delante que defiendo la UE, pero mucho ha cambiado desde que comencé a trabajar en la Comisión en los noventa hasta que volví hace unos años.
No podemos olvidar la grave crisis económica y financiera cuyo catalizador fue la quiebra en septiembre de 2008 de Lehman Brothers, lo que provocó una fase de agravación causando el desplome de la economía real, repercutiendo en los ciudadanos, las empresas y el empleo. Las expectativas sobre el crecimiento se redujeron drásticamente y el comercio y las inversiones se vieron afectados de inmediato. Tampoco podemos olvidar los ajustes impuestos por la Comisión, en un afán de imponer las mismas recetas para todos los países en dificultades independientemente de la realidad económica diferente de cada uno de ellos.
A nivel UE, ¿cómo pudo no controlarse que Grecia mintiera para adoptar el euro?, ¿cómo están en la UE países que contienen en su Constitución artículos que vulneran los principios básicos que defiende la UE?, ¿cómo pudo forzarse a limitar la libre circulación de capitales en Chipre en 2013?, ¿cómo es posible que mientras la Sra. Mogherini intenta representar a la UE, cada Estado vaya por su cuenta? (no se puede comparar con el talante y sabiduría de uno de los mejores políticos que ha dado la UE, Javier Solana). Un largo sinfín de desaciertos por parte de la Comisión que tuvo que reaccionar y dejar a un lado su excesivo dogmatismo trayendo expertos de los Estados miembros, dado que lo que se premia en la Comisión no es la especialidad, sino la versatilidad para moverse de puesto por parte del funcionariado, por lo que hay cada vez menos especialización interna.
La salida del Reino Unido y los movimientos euroescépticos no pueden ignorarse sin previa reflexión, esto se debe a una reacción por parte de unos ciudadanos que no han encontrado en la UE lo que esperaban, sin duda alimentados por unos políticos irresponsables y demagógicos que han enfatizado los errores de la UE sin tener en cuenta los muchísimos beneficios de formar parte de una Unión. La baja participación de los ciudadanos en las elecciones europeas se debe a que perciben que lo que pasa en Bruselas no les afecta o lo hace de forma negativa y la culpa de dicha percepción la tienen los políticos nacionales y los europarlamentarios que no dan ninguna explicación de lo que hacen y debaten en la UE, parece que no entienden que es su obligación el rendir cuentas a sus ciudadanos.
La solución a lo que nos acontece no es renunciar a la soberanía de los Estados miembros y dar todo el poder de decisión a la UE, pero sin duda coordinar políticas sí es necesario. Vistas las claras ineficiencias existentes, la que aquí suscribe aboga por que previamente a cualquier mayor integración, todas las instituciones de la UE lleven a cabo una seria reflexión sobre qué mecanismos deben ser incorporados y mejorados para paliar de forma preventiva las continuas grietas que van surgiendo en la UE. Continuar hacia delante sin mirar hacia detrás es un grave error.
Insisto en que es necesaria una mayor coordinación en temas de inmigración y asilo, en temas bancarios, de política exterior, de control de déficit excesivo de los Estados, pero por ejemplo en temas de fiscalidad no creo necesario que la armonización de los impuestos sea la solución (¿acaso tiene algo que ver la economía de Alemania con España para que tengamos los mismos impuestos?). La Comisión y su Dirección General de Fiscalidad (bastante más efectiva que los comités de no expertos fiscalistas del Parlamento Europeo) han llevado ya a cabo muchas políticas que han mejorado la coordinación en la lucha contra la evasión, la elusión o la competencia fiscal perniciosa. Lo que debería hacerse es sustituir en temas fiscales el voto de la unanimidad de los Estados por el de la mayoría cualificada.
Después de oír a los candidatos parece que no todos tienen claro el papel del Parlamento y de la Comisión, qué políticas pertenecen a los Estados, a la UE y cuáles son compartidas, algunos ignoran el derecho originario y secundario de la UE. Todo ello se debe a que el Parlamento Europeo se ha convertido en un retiro de oro para los políticos que no tienen cabida en el panorama nacional, muchos de ellos carentes de formación técnico-profesional suficiente. Tampoco se han aclarado las consecuencias positivas y negativas de las políticas que defienden, algún candidato no ha aclarado en qué grupo del Parlamento se incorporará, alguno defiende en España políticas que no casan con lo que se defiende en el grupo al cual se integran o el candidato de la Comisión al que apoyarían. Nos jugamos mucho y no tenemos suficiente información.
Como colofón, la que aquí suscribe ha encontrado que en el debate falta la idea de unir fuerzas de los distintos partidos para que España tenga más liderazgo y se defiendan mejor sus intereses (el presupuesto de la UE tiende hacia una reducción en la ayuda a la agricultura, ganadería y pesca y centrarse más en inversión de I+D+i). Lo primero sería defender los intereses de España como nación y luego definir el tipo de Unión que queremos para el futuro. Necesitamos una mejor Europa, más autocrítica y con más reflexión, más políticas coordinadas, más conciencia de la realidad de cada Estado miembro, es decir, necesitamos una mejor Europa antes de llegar a una mayor integración.
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