Por Luis Fernando Utrera, Subdirector del Máster en Bolsa y Mercados Financieros.
No fue una sorpresa que la Reserva Federal americana haya recortado sus tipos un 0,50%, hasta dejarlos en una horquilla del 1 al 1,25%. Los mercados de futuros adjudicaban una probabilidad del 70% a este hecho y más aún: contemplan bajadas adicionales de otro 1% hasta verano. De hecho, la curva que cotiza el mercado, descuenta casi 110 puntos básicos de bajada.
La Fed no decepcionó, a pesar de las declaraciones el viernes pasado del gobernador de San Louis, James Bullard (un halcón), indicando que la bajada podía no ser inmediata.
No obstante, hay cosas llamativas. Esta es la primera vez, desde la gran crisis de 2008, en que se hace un recorte de emergencia entre reuniones del FOMC.
Como no podía ser de otra manera, en su comunicado, la Fed insistía en que los fundamentos de la economía americana son sólidos, pero que el impacto negativo de la expansión del coronavirus en el mundo puede afectar su crecimiento. Por tanto, la razón para el recorte es preventiva. Por primera vez desde hace muchos años, se habla de coordinar medidas entre el G-7 para estimular la economía, lo que implica un movimiento mayor del esperado. De esta manera, el recorte de tipos, en este entorno, en lugar de generar una sensación optimista, podría acrecentar los temores a que quizás no se está valorando correctamente el impacto mundial del peor escenario.
No nos engañemos, la crisis del coronavirus solo ha precipitado una situación que se estaba cociendo a fuego lento desde hace muchos años.
Y todo esto sucede en un momento en el que los bancos centrales europeos y Japón se han quedando con poquísimo o ningún margen para estimular la economía, junto a unos balances cargados por la compra de deuda (política de Quantitative Easing) y reclamando cada vez más insistentemente que se una a su esfuerzo la política fiscal, como hizo Trump en Estados Unidos. Y tampoco perdamos de vista que, en la anterior crisis, la Reserva Federal partía de unos tipos al 5%, lo que le permitía un mayor margen de maniobra que la que tiene actualmente.
Ahora ningún banco central tiene tanta munición como cuando comenzó la crisis y las cifras de muchos países se encuentran en una situación bastante peor que la que tenían como punto de partida en la anterior crisis.
Los déficits se han controlado desde sus máximos, aunque se mantienen por encima de los niveles de 2007. Más aún, con algunos Gobiernos en plena expansión del gasto, incrementando impuestos y con un nivel de deuda muy por encima de los niveles que tenían en 2008.
Mala perspectiva porque no se va a poder incrementar el gasto y si esto se produce, en un entorno de menor crecimiento y paro probablemente incrementándose, podría hipotecarse a más de un Gobierno. Deberían hacer lo que no han hecho en estos últimos 10 años: apostar por estímulos al empleo y recortar gasto corriente e improductivo. Pero me temo que eso va a ser difícil que se haga, máxime si pensamos en Gobiernos populistas.
No nos engañemos, la crisis del coronavirus solo ha precipitado una situación que se estaba cociendo a fuego lento desde hace muchos años. Llevamos una década bajando tipos e incrementando los balances de los bancos centrales y no ha servido más que para retrasar la crisis.
Bueno, al menos hemos hecho algo bien, y es que el sector financiero es más sólido y solvente que antes, aunque mucho menos rentable. Pero no es suficiente para afrontar con confianza lo que puede avecinarse. ¿Dónde quedó el famoso cambio de modelo productivo? ¿Hemos preparado nuestra economía y el empleo para los nuevos tiempos digitales? ¿Van a poder competir nuestras empresas con algo más que mantener los sueldos bajos?
¿Qué nos queda? ¿Que los bancos centrales compren toda la deuda que emitan los tesoros? ¿Tipos negativos al 5%, con el impacto que esto tiene en la inversión? ¿Qué país, aparte de Estados Unidos, comenzará a bajar los impuestos? ¿Quién será el primero en recortar gastos de verdad? ¿Será sostenible el Estado del bienestar como lo conocemos hasta ahora? ¿El problema se resuelve bombeando más y más dinero a la economía y permitiendo que los Estados se endeuden hasta la quiebra? ¿Por qué con toda la liquidez no hemos creado inflación?
No sé si el coronavirus será la pandemia del siglo XXI y hasta dónde puede llegar su efecto (aparte de lo evidente: turismo, gasto sanitario, comercio internacional…, lo que ya es grave). Lo que sí sé es que, independientemente del puñetero bichito, nuestras economías están cogidas con alfileres, que los desequilibrios actuales y los generados por esta nueva revolución industrial tecnológica, pueden derribar Gobiernos y dejar fuera de juego a países enteros, especialmente a aquellos que sigan pensando que la economía también es es una cuestión de simple aritmética parlamentaria.
Tribuna publicada en Cinco Días.
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