Por Javier Niederleytner, profesor del Máster en Bolsa y Mercados Financieros.
Estos días hemos conocido que la tasa de ahorro de los españoles ha crecido significativamente durante el último mes; situándonos en niveles récord. En este contexto cabe recordar que el ciclo de la economía de cualquier país se divide en cuatro fases: crecimiento, auge, desaceleración y depresión. Nos encontramos sin duda en una fase de desaceleración donde una de sus principales características es precisamente el incremento de la propensión marginal al ahorro.
En una fase de desaceleración se produce un aumento del desempleo, y los ciudadanos, ante la posibilidad de perder el suyo, huyen del gasto, y potencian el ahorro. Y esto no solo ocurre en España, donde comparativamente ahorramos mucho menos que nuestros vecinos europeos. ¿Por qué?
Voy a empezar refiriéndome a una estadística; mientras que en España se destina de media un 33% del sueldo para pagar la vivienda, en Dinamarca tan solo se necesita un 15%, en Irlanda un 20%, y en Alemania un 21%.
¿Qué quiere decir esto? Pues que en España tenemos menos capacidad de ahorro que en muchos países europeos, visto desde el punto de vista de esta partida de gasto, sin duda la más importante de cualquier hogar. Además, nuestra cultura del ahorro no es tan intrínseca como en los países del norte de Europa, donde son sin duda más previsores.
A esto tenemos que unirle que hoy por hoy faltan estímulos para el ahorro, motivado principalmente por los bajos tipos de interés. España siempre ha sido un país donde el ahorro se concentraba en los depósitos bancarios y en la inversión inmobiliaria, y ambos se han deteriorado en los últimos años; por un lado por la bajada de los tipos de interés que hemos mencionado, y por el otro la subida mucho más acusada en los precios de los inmuebles que en los salarios, los que ha hecho que esta inversión sea inabordable para muchas familias.
El mercado bursátil, nunca ha sido un mercado «para todos los públicos». Es sin duda un mercado de riesgo, y no faltan casos donde los inversores han sufrido cuantiosas pérdidas por la quiebra de determinadas compañías, que sin duda han tenido mucha repercusión pública, alejando aún más a los inversores minoristas.
Pero hay muchos ejemplos, de empresas bien gestionadas, y con una sólida política de retribución a sus accionistas, que han procurado a los inversores rentabilidades por encima de la que ofrecen los depósitos. Sin duda un buen asesor financiero sabrá identificar estas acciones que tienen un riesgo mucho más bajo que el conjunto del mercado.
Una industria que se ha desarrollado muchísimo durante estos últimos años ha sido la de los fondos de inversión, y me voy a centrar en los fondos para perfiles conservadores; es decir, aquellos inversores que no quieren ver disminuir su capital. Los fondos de inversión tenían hace unos cuantos años la vocación de obtener rentabilidad, pero con los años, y con la implantación de nuevas técnicas de inversión, ahora pueden enfocarse en la búsqueda de la disminución del riesgo, lo que sin duda hace de estos productos aptos para cualquier perfil de inversión, sin olvidarnos de sus ventajas fiscales.
El mercado del oro también está ganando adeptos durante estos últimos años, donde la incertidumbre económica está sin duda instalada. Apenas estábamos empezando a olvidar la inestabilidad provocada por la crisis financiera, cuando nos hemos metido de lleno en la que nos deja esta pandemia. El oro se ha considerado tradicionalmente un valor refugio, y la inversión en oro ya es asequible para todos los inversores, pues existen productos financieros que replican el comportamiento de su precio, siendo pues innecesario la compra del oro físico.
Termino con la recomendación de que la educación financiera sea cada vez más obligatoria en las escuelas, para que nuestros jóvenes sepan valorar todas las alternativas de inversión que hoy en día existen.
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