Por Juan Abellán Marichalar, Co director del Máster en Finanzas y Banca Digital.
El mapa bancario español va tomando la senda de las previsiones que estaban encima de la mesa y que el vicepresidente del Banco Central Europeo recomendaba encarecidamente. Tres fusiones en el tapete y un nuevo escenario, bancos más grandes en España en busca de ahorro de costes vía sinergias, preparándose para mejores tiempos y para capear el temporal de la morosidad que llama a las puertas de sus balances.
La fusión que empieza a dibujarse, seguro que no la última, ha sido diseñada con tiralíneas, de forma milimétrica, midiendo los tiempos. Primero, un acuerdo de venta del negocio estadounidense del BBVA al grupo de Pensilvania, el harrisburgués PNC, que previamente había vendido su 24% de Black Rock, para convertirse en la quinta entidad financiera del país. Ganan los dos, sobre todo BBVA que ha realizado una de las máximas de cualquier inversor, vender caro para comprar barato. Vende el negocio americano por 1,3 veces valor en libros y compra Sabadell por 0,4 veces valor.
La venta supone salir de un mercado muy difícil, un mercado muy atomizado, pero a su vez, en el que hay que competir contra los gigantes en capital, un mercado extremadamente problemático en su regulación y que al final no aportaba a BBVA un retorno suficiente, apenas representaba el 10% de sus beneficios, sobre una inversión que representaba más del 40% de su capitalización.
Una buena operación, que le permite afrontar la fusión sin necesidad de ampliar capital y que refuerza su solvencia para hacer frente al reto más inmediato de jugar con el binomio dividendo morosidad, pero que también hace que BBVA sea un banco menos sistémico, más local y más dependiente de economías no maduras.
La fusión no será fácil, ni barata. Hay que rehacer la red de oficinas para poder alcanzar el objetivo último de ser un banco más grande para reducir costes. Previamente, entre ajustes de red, calculado en 1.200 oficinas, de plantilla, sobre todo en Cataluña, romper los acuerdos con Zúrich estimado en un coste de 800 millones, es decir, el nuevo banco, tendrá que hacer frente al coste de la fusión que rondarán los 4.000 millones de euros.
Después de la fusión, un banco más grande, en el que BBVA aporta una buena penetración en el mercado hipotecario con un 16% de cuota y un saber hacer de los dos bancos en banca de empresa, con cuotas similares que representan casi el 20% del mercado, impulsado como la suma de los dos magníficos bancos que son.
Después de hacer cuentas, incluir un bad will de 10.500 millones y el importe de la venta del negocio americano, está claro que BBVA tiene una muy holgada solvencia. Por un lado, se apunta a que remunerará a sus accionistas, un reparto de dividendos ya sea por reparto o por reducción de capital, está y estará siempre pendiente de que el BCE haga sus deberes y deshaga su cómoda postura de “café para todos, aquí nadie reparte ni un euro”. No parece que el Banco Central esté por la labor.
Es sorprendente que después del férreo control que realiza sobre la banca, con infinito y permanente personal inspector apostado en las sedes de los bancos europeos y de tener a ingentes cantidades de empleados y consultores de los bancos dedicados a realizar controles, informes, requerimientos y un largo etc., todavía no sepan qué banco puede repartir dividendos y cuál no. Flaco favor se está haciendo a los bancos que han realizado sus deberes.
Si no hay dividendos el inversor mirará siempre hacia otro lado, señor de Guindos: si BBVA no reparte dividendos ¿qué hará con la hucha sobrante? ¿comprará otro banco? No creo que en España, ya está hecha la composición, tres grandes y algunos medianos que se miran unos a otros con ojos de fusión.
Pues bien, ya está el mapa bancario español dibujado, a falta de retoques que veremos en los próximos meses. Pero ¿qué ocurre con el mapa europeo? ¿veremos al Santander en próxima expansión europea? Espero que sí. La ratio de eficiencia de los bancos españoles, infinitamente mejor que el de la banca europea, les puede permitir tomar un banco, digitalizarlo, implementar procesos y obtener sinergias finales a largo plazo.
Pero, para ello, es necesario que las exigencias en capital, necesarias para llevar a cabo estas operaciones, casi siempre carentes de sinergias a corto, se vean con diferente criterio. Requieren de un BCE más abierto. No sólo hay que decir lo que a uno le gustaría, también aportar los puentes que lleven a la banca europea a los umbrales de poder competir con los gigantes norteamericanos y chinos.
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