Javier Santacruz, Profesor del IEB La elección de la fecha para la celebración de los comicios generales en España es una de las cuestiones más importantes que cabía dilucidar en plena confusión entre el ciclo político y el ciclo económico. Más allá de las cuestiones formales y jurídicas –sobre todo, con la fecha prevista para aprobar de forma definitiva el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2016– en torno a esta cuestión, la elección del 20 de diciembre tiene un trasfondo económico indudable que conviene explicar.La Navidad es la época del año en la que el gasto de las familias se incrementa de una forma importante, gracias a un incremento sustancial de la propensión marginal a consumir. Las celebraciones familiares, las reuniones de empresa o los viajes a los lugares de origen inducen a consumir más de forma estacional ya que, en el momento en que se acaban las fiestas navideñas, una muy buena parte de ese gasto desaparece hasta el año siguiente.Este aumento de la propensión marginal a consumir se ve parcial o totalmente respaldado por un alza sustancial de la renta disponible derivado del cobro tanto del salario mensual como de la paga extra de Navidad. Y no olvidemos que esta semana se ha rubricado la devolución a los funcionarios de un 26,23 por ciento adicional de la extra que dejaron de cobrar en 2012.En diciembre, de golpe, una familia se encuentra con el doble de salario que en cualquier otra época del año (excluyendo julio, momento en que se cobra la otra paga extra) y, por tanto, experimenta algo que en Economía se conoce como efecto riqueza: un consumidor se cree de pronto más rico de lo que era anteriormente, más aún cuando las contrataciones de la campaña de Navidad comienzan en el entorno del 20 de diciembre.La combinación entre efecto riqueza e ilusión monetaria es determinante a la hora de analizar las decisiones a tomar por parte del consumidor, especialmente si este tiene que decidir a quién votar en unas elecciones generales.Un votante que se cree más rico es más permeable ante mensajes políticos optimistas o que pretenden vender una mejora de la situación económica, tanto si ésta es transitoria como si es permanente.En este sentido, la salud del bolsillo se convierte en la motivación más poderosa a la hora de depositar el voto en la urna, con independencia de que unas segundas o terceras preferencias puedan afectar a la decisión final del votante.
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