Por Ramón Casilda, profesor del IEB y consultor estratégico iberoamericano.
Aún se sentía el legado del prolongado periodo recesivo de la «crisis» de las subprime o hipotecas basura que comenzó en Estados Unidos, en agosto de 2007, y que ocasionó descensos desconocidos del producto interior bruto (PIB) y una recesión de la economía mundial como no se había conocido desde la década de 1930 con la Gran Depresión.
Ahora, en 2020, una inesperada «crisis» impacta y sacude con mucha mayor intensidad y virulencia la economía española y mundial. Esta vez, por la llegada súbita de un cisne amarillo desde la ciudad de Wuhan (China), que está demostrando las gravísimas consecuencias económicas, empresariales, laborales, sociales y humanitarias que conlleva la economía de la salud.
Nos enfrentamos, pues, a una crisis sin precedentes, la pandemia del coronavirus o la COVID-19, que perturba con intensidad el orden económico de nuestro país a una velocidad y escala desconocida desde la Guerra Civil. Incorporando una complejidad tan enorme, que la gran cantidad de hechos, más allá de los estrictamente económicos, nos hacen ver que estamos ante una situación económica «única».
Así lo constata el Fondo Monetario Internacional (FMI), que, en la actualización de su informe «Perspectivas de la economía mundial» (WEO, octubre de 2020), esta se contraerá un 4,4% en 2020. Lo que supone una ligera mejora con respecto a la última perspectiva de junio de 2020, y en parte se debe a la rápida reapertura de China y los estímulos en los países ricos a raíz de la pandemia del coronavirus. A pesar de esta leve mejora, el FMI advierte que la recuperación económica «probablemente será larga, desigual e incierta».
Artículo completo publicado en Revistas ICE (Secretaría de Estado de Comercio).
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