Por Juan Alberto Sánchez Torres, Profesor del Master en Corporate Finance y Banca de Inversión del IEB y director en V4 Financial Partners.
“Un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad, un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”. Muchos conocerán esta frase, no en vano son palabras de Sir Winston Churchill.
En la anterior edición de “Reflexiones acerca del COVID-19”, publicada por el IEB en mayo del pasado año, aporté mi visión del impacto de la pandemia en la actividad de transacciones corporativas y finalizaba mi artículo con un deseo: “Seamos optimistas”. Pues bien, durante los últimos meses, el sector del capital riesgo en España está gestionando con optimismo un entorno económico incierto, tremendamente afectado por la crisis sanitaria.
Tras un primer semestre durante el cual el estado de shock supuso de manera irremediable una ralentización de la actividad del capital riesgo (los gestores de fondos durante los meses más duros del confinamiento se dedicaron casi en exclusiva a ayudar a las compañías de su cartera), la segunda mitad del año ha significado una manifiesta recuperación, impulsada principalmente por determinados sectores, como detallaremos más adelante.
Según un informe reciente de Ascri, la cifra registrada por parte del capital riesgo en España en 2020 ha reflejado el tercer mejor dato histórico en términos de volumen de inversión, por detrás de 2019 y 2018. El segmento de middle market (operaciones con una inversión en equity entre 10M€ y 100M€) alcanzó su máximo histórico en términos de volumen, así como el fundraising de venture capital, con su segundo año consecutivo de máximos históricos de fondos levantados, lo cual evidencia la madurez del venture capital español.
Por lo tanto, pese a lo complicado de la situación, el ecosistema español de capital riesgo se mantiene reforzado y guarda buenas perspectivas, no en vano se cuentan con cerca de € 5.000 millones disponibles para invertir, a lo cual ha contribuido la reciente actividad de captación de fondos: € 2.000 millones durante 2020.
¿A qué se debe esta favorable situación frente al derrumbe de la economía? Principalmente a la buena reputación de las gestoras nacionales, gracias a su track record y la calidad de sus equipos, favorecido por una amplia disponibilidad de liquidez en el mercado y una creciente disposición desinversora dadas las incertidumbres de mercado.
Realmente es meritorio este dinamismo. El confinamiento y las limitaciones de desplazamientos han obligado al sector a adaptarse a un entorno que no favorecía la ejecución de transacciones. Claramente, y volviendo a la reflexión de Churchill, a pesar de las dificultades propias de la crisis financiera, el capital riesgo ha identificado buenas oportunidades. ¿Qué sectores son los que han mostrado síntomas de fortaleza y han despertado mayor interés?
Destacaría como triunfador el sector tecnológico. No sólo por volumen, con más de la mitad de las transacciones de 2020, sino también por inversión, concentrando un 45% del mercado. De las cinco principales operaciones, tres han sido de tecnología: MásMóvil (KKR, Cinven y Providence), Idealista y Freepik (ambas por parte de EQT).
Digitalización, soluciones cloud, ciberseguridad, o en definitiva soluciones tecnológicas innovadoras para sectores tradicionales (transporte y logística, energía, sanidad, servicios financieros, industria, educación…) son todos segmentos tremendamente atractivos para gestores de capital riesgo que, en un entorno pos-COVID-19, apuestan por su crecimiento e incluso están dispuestos a invertir en compañías de menor tamaño del habitual, pero con sólidas perspectivas de desarrollo, lo cual en cierta forma estrecha su relación con el venture capital.
La pandemia ha acelerado aún más lo que era una clara tendencia, la disrupción digital, y la ha convertido en necesidad. Así, a la característica de escalabilidad del sector se añade una particularidad: ha demostrado cualidades defensivas. En definitiva, música celestial para el inversor.
Si hay un sector que ha irrumpido con fuerza durante 2020 ha sido el agroindustrial. El capital riesgo ha “sembrado” su inversión en el campo español. Se trata de una industria tremendamente atomizada y que, a pesar de sus profundos problemas, se ha mostrado resistente frente a la pandemia.
Las dificultades propias de un sector con una gestión tradicional se convierten ante el inversor en oportunidades de consolidar proyectos de buy and build y alocar recursos que permitan que la “huerta de Europa” adopte un liderazgo internacional. Miura ha constituido ya el mayor grupo de cítricos de Europa.
Pero la lista de fondos con adquisiciones recientes en el sector es muy amplia: MCH (Prosur y Llusar), GPF (en apenas 12 meses ha desarrollado un ambicioso proyecto de consolidación en cítricos, con las adquisiciones de Fruxeresa, Frutas Naturales y Frugarva), Partners Group (con la adquisición de Rovensa por €1.175 millones, cuarta en el ranking 2020), Accon (Alsur), Nazca (Almond y Eurocebollas), Dea Capital (Alnut)…
Más allá del segmento agrícola, el sector alimentación en general se sigue mostrando muy activo. El COVID-19 ha evidenciado su resiliencia, lo cual ha aumentado su atractivo. Por otro lado, el dinamismo del capital riesgo es doble, dado que muchas firmas cuentan con participadas en cartera desde hace años y llegaría ya el momento de desinversión, tales como Proa, MCH, Portobello, GED, Talde o fondos internacionales como CVC, HIG o OpCapita.
Como era previsible, el sector salud también ha acaparado un impulso inversor, si bien no es nada nuevo, ya que lleva años siendo uno de los mercados más atractivos para los fondos. Ha ello han contribuido firmas como Magnum (con sus proyectos de consolidación de clínicas oftalmológicas o de sanidad privada en la región de Murcia), Nexxus (Bienzobas), Advent (Vitaldent, Dentix), Portobello (AGQ Labs), Macquarie (Viamed Salud), EQT (Ingenomix), Ergon Capital (Palex Medical), por no hablar de la intensa actividad de transacciones en biotecnología y soluciones de health-tech por parte del venture capital.
El capital riesgo no se ha mantenido al margen del nuevo auge de las energías renovables que fue, por otro lado, el sector que mostró una mayor actividad durante el primer semestre del pasado año. Se trata sin duda de una industria que se ha reforzado durante la crisis, superando incluso los altos niveles de inversión del anterior boom del sector hace más de diez años, apoyado en parte por el impulso de fondos especializados: Q-Energy, Everwood, Helia, Kobus… y grandes fondos de infraestructuras: Macquarie, Ardian, Asterion…
Sin duda la tendencia global de inversión en sostenibilidad y medioambiente le ha beneficiado, como se espera lo harán las políticas de recuperación y los fondos Next Generation de la UE. Resulta esperanzador que términos como rentabilidad y sostenibilidad vayan de la mano.
Como reflexión final, una obviedad necesaria: ahora más que nunca el capital riesgo debe de ejercer como agente dinamizador de la inversión. Como se demostró en la crisis anterior, aquellos fondos que aciertan al centro de la diana, en un contexto tan complicado como el actual, verán recompensados sus retornos.
Si bien, no nos engañemos, nos encontramos ante una incertidumbre de mercado mayúscula: si a un ciclo económico que ya mostraba síntomas de agotamiento y amenazaba con recesión, le añadimos una pandemia de consecuencias todavía impredecibles, el resultado no puede ser menos esperanzador.
Llegarán situaciones distressed por parte de compañías que antes de la crisis gozaban de buena salud, así como seguramente una avalancha de necesidades de refinanciaciones. También en este entorno la labor del capital riesgo deberá ser esencial, tanto por parte de los fondos de situaciones especiales como de financiación alternativa.
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