Charlie Munger es mundialmente conocido en el mundo de la inversión por ser el vicepresidente de Berkshire Hathaway, el conglomerado empresarial liderado por Warren Buffett. Bajo el liderazgo conjunta de ambos empresarios, esta firma pasó de ser una fábrica textil a convertirse en un imperio con activos por un valor superior a los 870.000 millones de dólares en 2020, una cifra equivalente a tres cuartas partes del PIB español a cierre del pasado año.
Al igual que Warren Buffett, Munger nació en la ciudad estadounidense de Omaha, Nebraska, en concreto, el 1 de enero de 1924. Su camino no tardó en cruzarse con el de su futuro socio, ya que siendo adolescente trabajó en Buffett & Son, una tienda de comestibles propiedad del abuelo de Buffett. Sin embargo, pasarían décadas antes de que ambos trabajasen juntos en Berkshire Hathaway. En 1942 abandonó su ciudad natal para estudiar Matemáticas en la Universidad de Michigan, pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial le llevó a alistarse tan solo un año después en el Cuerpo Aéreo del Ejército de los EE. UU, donde llegó a ser Alférez.
A su regreso, completó varios cursos avanzados en diversas universidades, y finalmente ingresó en la Harvard Law School, pese a no tener una licenciatura, graduándose magna cum laude. Durante su tiempo en el ejército y en la universidad aprendió a jugar a las cartas, una experiencia que le enseñó a ser paciente y apostar con decisión si se presentaba una gran oportunidad. Una lección que aplicaría durante el resto de su carrera.
Munger se trasladó a California, donde trabajó para el despacho Wright & Garrett. Pero tras el fallecimiento de su padre en 1962, se vio obligado a regresar a Omaha, donde fue directivo de la firma jurídica Wheeler, Munger and Company. Fue en esa época en la que conoció a Warren Buffett por primera vez y no tardaron en entablar amistad. Entre 1962 y 1975, abandonó la abogacía y abrazó su verdadera vocación: el mundo de las inversiones, en el que demostró un gran talento, generando un retorno anual medio del 19,8% en ese periodo, frente al 5% del Dow Jones.
En 1975 se asoció con Warren Buffett y en 1978 se convirtió en el vicepresidente de Berkshire Hathaway. En 1984 se convirtió además en el presidente del consejo de Wesco Financial Corporation. Su talento para la inversión le ha permitido figurar en diversas ocasiones en la lista de las 500 personas más ricas del mundo, pese a que prácticamente no se ha subido el sueldo en los últimos 30 años.
Estas son algunas de sus principales lecciones:
Una fortuna no se gana en el momento de la compra o la venta, sino durante la espera.
Hay que tener carácter para sentarse con todo ese dinero y no hacer nada. No he llegado a donde estoy por ir detrás de oportunidades mediocres.
Un gran negocio a un precio justo es mejor que un negocio justo a un gran precio.
«Veo constantemente ascender en la vida a personas que no son las más inteligentes, a veces ni siquiera las más diligentes, pero son máquinas de aprender. Se van a la cama cada noche un poco más sabios de lo que eran cuando se levantaron, y vaya si eso ayuda, sobre todo cuando tienes una larga carrera por delante».
Los que siguen aprendiendo, seguirán ascendiendo en la vida.
La gente calcula demasiado y piensa demasiado poco.
Reconocer la ignorancia es el inicio de la sabiduría.
Dondequiera que haya una gran comisión, hay una alta probabilidad de estafa.
Se necesita paciencia, disciplina y una agilidad para asumir las pérdidas y la adversidad sin volverse loco.
Pasa cada día intentando ser un poco más sabio de lo que eras cuando te levantaste. Día a día, y al final, si vives lo suficiente, como la mayoría de la gente, obtendrás de la vida lo que mereces».
Intento librarme de la gente que siempre responde con seguridad a preguntas sobre las que no tiene ningún conocimiento real.
Tenemos tres cestas para invertir: sí, no y demasiado difícil de entender.
Debes obligarte a considerar los argumentos contrarios. Especialmente cuando desafían tus ideas más queridas.
Lo mejor que puede hacer un ser humano es ayudar a otro a saber más.
«No todo el mundo puede aprender todo. Por mucho que te esfuerces, siempre hay algún chico o chica que consigue más. Mi actitud es, ¿y qué? ¿Necesita alguno de nosotros estar en la cima de todo el mundo? Es ridículo».
No tienes que ser brillante, sólo un poco más sabio que los demás, en promedio, durante mucho tiempo.
Se necesita paciencia, disciplina y agilidad para asumir las pérdidas y las adversidades sin volverse loco.
No hay una fórmula única. Hay que saber mucho de negocios, de naturaleza humana y de números… No es razonable esperar que haya un sistema mágico que lo haga todo por ti.
Vive con tus ingresos y ahorra para poder invertir. Aprende lo que necesites aprender.
Hay que disponer de mucho tiempo casi todos los días para sentarse y pensar. Eso es muy poco común en los negocios estadounidenses.
«Debes conocer las grandes ideas de las grandes disciplinas y utilizarlas de forma rutinaria, todas ellas, no sólo algunas. La mayoría de la gente se forma en un modelo -la economía, por ejemplo- y trata de resolver todos los problemas de una sola manera. Ya se sabe el viejo dicho: Para el hombre con un martillo, el mundo parece un clavo. Esta es una forma tonta de manejar los problemas».
No hay forma de vivir una vida adecuada sin cometer muchos errores.
Invierte en un negocio que cualquier tonto pueda dirigir, porque algún día un tonto lo hará. Si no soporta un poco de mala gestión, no es un gran negocio.
Sólo hay un camino hacia la cima: el trabajo duro.
No hay mejor maestro que la historia para determinar el futuro… Hay respuestas que valen miles de millones de dólares en un libro de historia de 30 dólares.
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