Por Ramón Casilda Béajar, profesor del IEB y autor del libro: Capitalismo Next Generation. Empresario y empresa en el mundo Post Covid-19.
La guerra de Ucrania y los líderes de Bretton Woods tienen un cierto paralelismo si recordamos que, antes de terminar la Segunda Guerra Mundial, se convocó la Conferencia de Bretton Woods. Fueron 44 países que se reunieron desde el 1 al 22 de julio de 1944 en el monumental hotel Mount Washington de Bretton Woods (New Hampshire, EEUU). Estos países habían unido sus recursos militares y económicos contra el nazismo alemán, el fascismo italiano y el expansionismo japonés.
La historia de Bretton Woods comenzó cuando en plena Segunda Guerra Mundial; los funcionarios del Tesoro de EEUU liderados por Harry Dexter White, y la parte británica por John Maynard Keynes, encendieron las luces largas y comenzaron a diseñar el sistema monetario y financiero internacional de la posguerra. Hoy tenemos la sensación de que las luces largas han desaparecido, tras un inesperado ciclo que nos golpea de manera reiterada.
Con la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022, comenzó la guerra, cuyos impactos golpean los mercados monetarios y financieros internacionales. Situación que recuerda a la vivida en los comienzos de 2008, cuando explosionó la Gran Recesión, la más severa crisis económica y financiera desde la Gran Depresión de 1929. El presidente francés, Nicolas Sarkozy (conservador), además de pedir la “reinvención del capitalismo”, solicitó, junto con el primer ministro británico Gordon Brown (laborista), una profunda renovación del Sistema Monetario y Financiero Internacional (SMFI). Más adelante en 2009, se sumó a la iniciativa de Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Popular de China (PBOC), quien señaló con dureza la inestabilidad provocada por la ausencia de una auténtica divisa internacional en una clara alusión al dólar y su pérdida de influencia como divisa de referencia global.
Curiosamente, cada uno de ellos evocó Bretton Woods. En su memoria tenían el sistema del patrón oro (gold standard), adoptado por los principales países del mundo entre 1870-1914 y posteriormente durante el periodo de “entreguerras” de 1925-1931. Aunque se había hundido durante la Primera Guerra Mundial, los esfuerzos para revivirlo durante la década de 1920, fue acogido como un regreso a la normalidad, pero nada de esto sucedió, más bien resultó una normalidad efímera, porque estuvo llena de desajustes e incidentes que llevaron a la gran crisis de 1919. Entonces, las economías y el comercio se derrumbaron, y las tensiones entre los países se dispararon. Se suspendió la convertibilidad y la difícil situación llevó a “inflaciones” galopantes a las que todavía hoy se hacen referencia cuando se quiere llamar la atención sobre lo sucedido con el regreso al patrón oro.
Los líderes eran conscientes que debían establecer nuevos acuerdos para las relaciones comerciales y financieras entre los Estados Unidos, Canadá, los países de Europa Occidental, Australia, Japón, la URSS y China (la URSS y los países de su influencia participaron en la conferencia, pero no llegaron a firmar los acuerdos y China los firmo, pero se retiró cinco años más tarde tras el triunfo de la revolución comunista). Bretton Woods constituye el primer ejemplo de un orden monetario completamente negociado destinado a regir las relaciones monetarias entre estados independientes.
Su funcionamiento se basaba en una disciplina de tipos de cambios fijos. De manera que las demás divisas debían mantener un tipo de cambio fijo con el dólar, y este en relación con el oro. En definitiva, el oro funcionaba como último freno de la expansión monetaria estadounidense, ya que la Reserva Federal tenía la obligación de respaldar en oro los dólares que emitía. Así se consolidaba al “dólar” como moneda de reserva, a la vez que se le otorgaba una función de estabilizadora de la economía internacional. Los bancos centrales fijaban el tipo de cambio de su moneda respecto al dólar, intercambiando su moneda nacional por activos en dólares cuando era necesario intervenir para mantener el tipo de cambio, cada banco tenía que tener unas reservas de dólares suficientes para compensar cualquier exceso de oferta que se produjese de su moneda.
Es importante tener en cuenta que los acuerdos adoptados se hicieron en medio de la incertidumbre sobre la futura distribución del mundo que se disputaban las dos potencias más poderosas de los tiempos modernos, EEUU y la URSS, con ideologías políticas y económicas radicalmente opuestas; lo cual, demuestra cuán importante fue establecer rápidamente reglas monetarias compartidas y respetadas a nivel internacional para volver a la normalidad.
Ahora, con la guerra de Ucrania, también nos encontramos ante una complicada incertidumbre sobre la futura distribución del mundo. La guerra y el hecho de que China, junto con otros 34 países, no se sumó a las sanciones propuestas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a Rusia, significa un punto serio de inflexión para las relaciones internacionales y la economía mundial.
Estamos entonces presenciando la desglobalización o el fin de esta y la ruptura del mundo en dos esferas fuertemente desconectadas. Un Occidente liderado por Estados Unidos con Europa (como socio menor), Canadá, Australia, Japón, y otro bloque liderado por China y con Rusia (como socio a la fuerza), más los 34 países que no censuraron a Rusia y que suman casi 4.000 millones de personas.
Aunque haya quien piense que ahora no es el momentum para pensar grandes opciones, el hecho de que estamos en una guerra que provoca una fuerte ansiedad en un entorno de alta complejidad, debido a que no se vislumbra cómo será el final de la guerra, introduce dosis de inseguridad, e inestabilidad, que tensionan los mercados monetarios y financieros, contrae el comercio internacional y amenaza con una desafiante inflación que presagia una recesión económica, y esto junto con la lucha contra una pandemia que no ha desaparecido integralmente, más un problema altamente preocupante como es según señalamos más arriba, la división del mundo en dos grandes bloques militares, ideológicos y económicos que conforman un balance de fuerzas cada vez más conflictivo y preocupante.
Sin embargo, la guerra ofrece la oportunidad para un momentum Bretton Woods III, portador de los valores de la democracia y la defensa del libre comercio, que solo es realmente libre si los países operan con valores compartidos y un campo de juego nivelado, capaces de fijar las bases que impidan la inestabilidad de sistema monetario internacional, el pegamento que une a las economías nacionales.
Bretton Woods III debe poner orden en los mercados de divisas y estabilizarlos, fomentar la eliminación de los problemas de balanza de pagos y facilitar a los países el acceso a los créditos internacionales en caso de que se produzcan perturbaciones que les dificulten aprovechar eficientemente las ventajas del comercio y del crédito exterior. Es necesario un mecanismo monetario internacional que funcione debidamente, e, independientemente de que el mecanismo funcione bien o mal, es imposible comprender el funcionamiento de la “economía” sin entender el sistema monetario internacional.
Como dice Barry Eichengreen: “Todo esto implica que el desarrollo del sistema monetario internacional es fundamentalmente un proceso histórico. Las opciones que tienen los que aspiran a introducir reformas en un momento dado no son independientes de los mecanismos monetarios internacionales existentes en el pasado. Y los propios mecanismos del pasado reciente reflejan la influencia de acontecimientos anteriores. Ni la situación actual ni las futuras perspectivas de este cambiante orden pueden entenderse perfectamente sin entender su historia”.
Ahora estamos ante un nuevo tiempo y todo tiempo nuevo es por fuerza tiempo de incertidumbre, y de la incertidumbre al miedo no hay más que un paso; pero con miedo no cabe crear nada. Por eso mismo, el tiempo de hoy exige a los líderes arrojo y acción. Nos encontramos en un momento histórico crucial para la comunidad internacional. Las medidas que se tomen hoy serán determinantes para el futuro.
Sin duda, nos encontramos ante un momento histórico crucial, y los líderes, además de aportar la valentía, la honradez y la cooperación que hoy necesitamos, deben dejar atrás un mundo de sobresaltos, donde se han creado unos desequilibrios económicos y financieros que deben superarse, estableciendo una sociedad más prospera, más justa, más feliz y en paz perpetua, como Inmanuel Kant invocaba en su libro La paz perpetua , 1795.
No puedo dejar de pensar en el momentum Bretton Woods III. Solo hay que recordar que Bretton Woods fue posible en medio de las oscuras sombras de la Segunda Guerra Mundial, cuando los líderes se reunieron para contemplar un mundo mejor. Ahora estamos en medio de sombras más oscuras, mucho más oscuras, por el hecho de que no podemos asegurar que el mundo no puede ser destruido completamente, y la vida puede llegar a su fin. Es el momentum para un nuevo Bretton Woods III.
Tribuna publicada en El Confidencial.
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