Por Aurelio García del Barrio, director del Global MBA con especialización en Finanzas.
La economía mundial se enfrenta a un período de crecimiento débil e inflación persistente, con elevados riesgos a la baja. Se espera que el endurecimiento de la política monetaria y la subida de los tipos de interés reales, los elevados precios de la energía, el débil crecimiento de los ingresos de los hogares y la disminución de la confianza afecten al crecimiento, especialmente en 2023. El apoyo fiscal para amortiguar el impacto de los elevados costos de los alimentos y la energía ayudará a limitar la desaceleración, aunque todavía se prevé una leve consolidación en la mayoría de las economías.
La pérdida de puestos de trabajo también puede ser más limitada de lo que cabría esperar sobre la base de las recesiones pasadas si las empresas desean retener a los trabajadores que han sido difíciles de contratar después de la pandemia. Los ahorros acumulados durante la pandemia también proporcionan cierto colchón para los sectores de los hogares y las empresas, aunque estos no se distribuyen de manera uniforme. La elevada incertidumbre podría limitar el grado de reducción de los ahorros y disuadir a las empresas de realizar inversiones a largo plazo.
La elevada incertidumbre, la ralentización del crecimiento, la presión inflacionista y el impacto continuo de la guerra en Ucrania en los mercados energéticos dejan a los responsables económicos con decisiones difíciles para mantener la estabilidad macroeconómica y mejorar las perspectivas de un crecimiento sostenible e inclusivo a medio plazo.
Para finales de 2023 e inicios de 2024 se mantiene un crecimiento por debajo del potencial con una desaceleración cíclica más tardía. La inflación proyectada también cuenta con un retorno gradual más tardío, pero sometida a unas tasas más sostenibles y que permitan la gradual recuperación de los salarios reales. A pesar de ello, el agotamiento de los principales pilares de apoyo para la demanda seguirá impactando negativamente y limitando los catalizadores de la inflación.
La elevada incertidumbre, la ralentización del crecimiento, la presión inflacionista y el impacto continuo de la guerra en Ucrania en los mercados energéticos dejan a los responsables económicos con decisiones difíciles para mantener la estabilidad macroeconómica.
Como resultado, la política monetaria se mantiene en los niveles actuales al menos hasta la segunda mitad de 2024 en los países desarrollados, y sigue paulatinamente relajándose en los países emergentes, aunque atendiendo a las dinámicas internas de equilibrio entre actividad y precios.
En la mayoría de las principales economías avanzadas es necesario mantener los tipos de interés altos durante un periodo largo para anclar las expectativas de inflación y reducirla de forma duradera. Las medidas de política interna deberán calibrarse cuidadosamente y responder a los nuevos datos, dada la incertidumbre sobre las perspectivas de crecimiento, la velocidad a la que surten efecto las tasas de interés más altas y los posibles efectos de contagio de las políticas restrictivas en otros países.
También es probable que el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales y las persistentes presiones inflacionarias provoquen un mayor endurecimiento de la política monetaria en muchas economías de mercados emergentes y limiten el margen de cualquier flexibilización en los países donde el crecimiento se está desacelerando y las tasas de interés ya se han elevado sustancialmente.
Se mantienen los tipos actuales tanto para la FED como para el BCE, al menos durante la primera mitad de 2024, periodo a partir de la cual se indican las primeras bajadas, pero manteniendo tipos de interés reales positivos de forma prolongada.
Las medidas fiscales a corto plazo para amortiguar el nivel de vida también deben tener en cuenta la necesidad de evitar un nuevo estímulo persistente de la demanda en un momento de elevada inflación, garantizando así la coherencia con la política monetaria y evitando efectos adversos sobre la sostenibilidad presupuestaria. Unos marcos fiscales creíbles ayudarían a proporcionar una orientación clara sobre la trayectoria a mediano plazo de las finanzas públicas y a mitigar las preocupaciones sobre la sostenibilidad de la deuda en un momento de crecientes presiones sobre el gasto y mayores pagos futuros de la deuda pública.
Se requieren esfuerzos de reforma eficaces y bien orientados para mejorar la productividad y las competencias. La política monetaria debe mantener su curso para lograr que la inflación descienda a los niveles fijados como meta, en tanto la consolidación fiscal es necesaria para abordar la escalada de los niveles de deuda. Las reformas estructurales son cruciales para reactivar el crecimiento a mediano plazo en un contexto de escasos márgenes de maniobra para la aplicación de las políticas.
En 2022, la inflación a nivel mundial tocó máximos no registrados en varias décadas. Desde entonces, la inflación general ha disminuido, pero los indicadores de la inflación subyacente han sido más rígidos. La fuerte inflación experimentada en los últimos dos años podría dar lugar a expectativas de una inflación persistentemente alta, lo que obstruiría la trayectoria que los bancos centrales habrían de seguir para lograr que la inflación retorne a los niveles fijados como meta.
La política monetaria debe mantener su curso para lograr que la inflación descienda a los niveles fijados como meta.
La inflación está cediendo en la mayoría de los países, pero sigue siendo alta, y se observan divergencias de un país a otro y en la forma de medirla.
Gracias a la acumulación de existencias de gas en Europa, la demanda más débil de lo previsto en China, los precios de la energía y los alimentos han descendido considerablemente con respecto a los máximos registrados en 2022, aunque los precios de los alimentos siguen siendo elevados.
Junto con la normalización de las cadenas de suministro, estos factores han contribuido a un rápido descenso del nivel general de inflación en la mayoría de los países. Sin embargo, en promedio la inflación subyacente ha disminuido más gradualmente y permanece bastante por encima de la mayoría de las metas fijadas por los bancos centrales. Dependiendo de la economía en cuestión, esta persistencia se debe a shocks previos cuyos efectos pasan de la inflación general a la subyacente, a que los beneficios de las empresas sigan siendo altos, y a la escasez de mano de obra y el consiguiente fuerte crecimiento salarial, en especial en un contexto de débil crecimiento de la productividad que eleva los costes laborales unitarios.
Los bancos centrales son conscientes del impacto que están teniendo sus decisiones restrictivas, pero, hoy en día, prevalece el control de la inflación sobre el resto de los indicadores. Tras la finalización del tercer trimestre de 2023, el entorno macroeconómico se mantiene prácticamente igual que en los meses anteriores, confirmándose los síntomas de enfriamiento económico que vienen mostrando la totalidad de países. Hay que destacar que la economía global sigue afectada por los mismos factores económicos y geopolíticos que nos vienen acompañando desde hace un tiempo.
Tribuna publicada en El Economista.
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