Consideraciones sobre el acuerdo de libre comercio Unión Europea-Mercosur

Por Ramón Casilda Béjar, profesor del IEB.

El Acuerdo de libre comercio alcanzado entre la Unión Europea-Mercosur, concluyó el 28 de junio de 2019. Tras superar veinte años de negociaciones, se abría una Zona de Libre Comercio de 800 millones de personas, quedando pendiente la ratificación por parte de cada uno de los Estados miembros. Este acuerdo comercial ha sido tildado por los representantes gubernamentales, los analistas y los medios de comunicación, como «el más importante del mundo». Para Mercosur, supone que ciertos productos exportados a territorio europeo accedan con un arancel del 0%, y otros a través de una cuota de acceso preferencial.

El acuerdo pudo haberse firmado en el mes de julio de 2023, pero Francia lo bloqueó alegando falta de «cláusulas espejo», es decir, reglas de reciprocidad en cuestiones ambientales y laborales. La competencia para el sector agrícola francés y de la UE de los productos latinoamericanos, producidos con normativas ambientales y laborales menos estrictas, bajarían los precios y desplazaría los productos locales, y comprometería la diversidad y seguridad alimentaria en Europa.

Ante esta situación, las negociaciones se postergaron hasta que concluyeran las elecciones al Parlamento en Europa (junio, 2024). El nuevo fracaso amenazaba con generar un impacto negativo a nivel regional, que afectaba a los respectivos países del Mercosur. Sin embargo, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, tenía el firme propósito de rescatarlo del naufragio y aprovechar la cumbre de Mercosur en Montevideo el 6 de diciembre para concluir definitivamente el histórico acuerdo que ya sumaba 25 años de negociaciones.

El acuerdo presenta oportunidades para una mayor cooperación geopolítica, económica, de sostenibilidad y de seguridad

Tanto el presidente Lula como los demás presidentes de Mercosur y de la Unión Europea, Ursula Von del Leyer, sabían perfectamente lo que significaría si definitivamente no se producía la firma del acuerdo. La imagen, como la credibilidad, podrían quedar resentidas, ya que la comunidad internacional esperaba el acuerdo definitivo. Por otra parte, la ruptura con la Unión Europea, podría llevar a una discusión más de fondo sobre la reforma del Mercosur, en momentos donde por ejemplo Uruguay, reclama su modernización para poder firmar acuerdos bilaterales con otros países como China, mientras que Argentina plantea hacerlo con Estados Unidos. Una situación que posiblemente aumentaría progresivamente con la presión de los empresarios del Mercosur, que necesitan aperturas de mercados.

Para la Unión Europea, teniendo en cuenta que el Mercosur es un gran mercado para sus exportaciones y considerando que hasta ahora era el único socio comercial importante de América Latina con el que no tenía un acuerdo comercial, y teniendo en cuenta que las empresas europeas exportan a los cuatro países 56.000 millones de euros en bienes en 2023 y 28.000 millones en servicios en 2022, siendo la UE el segundo mayor socio comercial en materia de bienes, después de China y por delante de Estados Unidos, representando el 16,9% del comercio total del Mercosur en 2023. A su vez, Mercosur es el décimo mayor socio comercial de bienes de la UE, con un enorme potencial para que las empresas intensifiquen las exportaciones a este gran mercado de más de 273 millones de personas.

«Mercosur liberalizará el 91% de sus importaciones y la Unión Europea hará lo propio con el 92% de las suyas»

Mercosur, considerado un bloque regional de integración proteccionista, que promueve entre sus países el desarrollo interno de sus mercados para posicionarse dentro del sistema internacional, aunque no tiene acuerdos comerciales con Estados Unidos, ni tampoco con China y los países de Asia–Pacífico, no cabe duda que el acuerdo alcanzado con la Unión Europea supone una apertura sin precedentes, la cual va a generar mutuos beneficios. Ya en 2019, la Comisión Europea estimaba que, gracias al desmantelamiento acordado, las exportaciones europeas se beneficiarían de un ahorro arancelario de 4.000 millones de euros anuales, lo que representa cuatro veces el ahorro que ofrece el acuerdo con Japón. Además, permitirá eliminar numerosas barreras arancelarias y no arancelarias, pues Mercosur liberalizará el 91% de sus importaciones y la UE el 92% de las suyas.

El papel de España es clave como país vertebrador de las relaciones entre ambos bloques. Es la puerta de entrada y puente de conexión de las inversiones en las dos direcciones, teniendo en cuenta el importante peso de nuestro país en América Latina como primer inversor de la Unión Europea y segundo mundial solo por detrás de Estados Unidos, con un stock de 160.000 millones de euros en 2023, de los cuales Mercosur totaliza 70.000 millones de euros: Brasil, 41.618; Argentina, 21.428; Uruguay, 5.949; y Paraguay, 1005 millones de euros. Deseamos que este importante y trabajado acuerdo UE-Mercosur imprima una avance en la integración regional y, esperamos que la entrada en vigor de tan ambicioso acuerdo, suponga un impulso mayor a la inversión y el comercio. Abrirá nuevas ventanas de oportunidades, ofreciendo múltiples oportunidades de negocio beneficiosas para ambas partes, cuyo resultado se concrete en una mejora en el bienestar de sus ciudadanos.

Finalmente, una vez más, deseo insistir en la necesidad de que España emprenda una nueva «política económica internacional hacia Iberoamérica». España debe potenciar el vínculo con Iberoamérica, imprimiendo efectividad dadas sus relevantes posiciones como primer inversor europeo y segundo mundial, solo por detrás de Estados Unidos. Esta posición, deben ser enfocada y aprovechada en consonancia con el importante liderazgo de las empresas y bancos españoles en la región. Desde desarrollar redes comerciales que incrementen las exportaciones, promover las inversiones desde la perspectiva de sentar las bases donde ambas partes ganen efectividad y presencia en el espacio regional y europeo.

Esta nueva política económica internacional, desde una motivación amplia, profunda e intensa, debe emprender una reformulación de las relaciones, dotándolas de una dimensión y contenido que permita potenciar, robustecer y vigorizar la presencia española en los sectores donde se encuentra presente. Pero también, se deben aprovechar las oportunidades conectadas con la innovación, la transición energética, la integración y el comercio intrarregional, que debe permitir a España, como primer país inversor europeo y segundo mundial, «alinear su peso económico con su influencia, que actualmente no se corresponde con la importancia de sus inversiones y posiciones».

Tribuna publicada en El Confidencial.