Argentina en su laberinto: suma y sigue (II)

Por Ramón Casilda, Analista, consultor estratégico iberoamericano y profesor del IEB.

Decía en mi anterior artículo con este mismo título (8-5-18): «Lo que está pasando en el laberinto de la economía argentina es algo que aún no es posible contestar con precisión». Nunca lo ha sido. Este contexto hace que el laberinto sea cortoplacista y se apague o por el contrario, resurja con más fuerza y se extienda hacia una crisis más profunda, que haga inviable la entrada de capitales. Entonces, hará falta una mayor depreciación del tipo de cambio y una mayor corrección fiscal, que por otra parte haría peligrar la agenda de reformas estructurales. Por tanto, si la restricción presupuestaria de la economía argentina es el déficit por cuenta corriente, ¿estará el resto del mundo dispuesto a financiarlo?

¿Pero cuándo comenzó el laberinto? Lo hizo en el pasado mes de marzo cuando la Fed subió los tipos de interés situándolos entre el 1,5 y el 1,75%. Acto seguido, en mayo comenzó la salida de capitales, que se agravó cuando fracasó el Banco Central (BCA) en contener el desplome del peso, que trajo a la memoria colectiva el corralito de finales de 2001. El laberinto una vez más tiene como protagonista al dólar, que en junio, con la nueva subida de las tasas entre 1,75-2%, impulso aún más su apreciación en todo el mundo, especialmente en los emergentes, y de manera destacada en Argentina, donde el peso además sufrió el golpe de las devaluaciones de la lira turca y del real brasileño -Brasil es el principal socio comercial de Argentina-, a lo que se debe sumar la guerra comercial entre Estados Unidos y China.

Desde entonces el laberinto a dado paso a una ¿nueva? crisis económica, que desemboco en la petición de ayuda al FMI, mediante un acuerdo que históricamente es la número 27, por una cuantía de 50.000 millones de dólares, lo que representa un 7,8% del PIB. Aunque rápidamente recibió 15.000 millones de dólares, no fue suficiente para calmar a los mercados de su desconfianza, ni tampoco lo fue para frenar la caída del peso, que se ha devaluado en torno al 55%. Situación que aviva la inflación, que finalizará el año en torno al 40%, lo cual profundizará la recesión que sufre el país. Según los indicadores que se tomaron para negociar el nuevo acuerdo con el FMI, el Gobierno prevé que el PIB se contraiga un -2,4% en 2018.

Déficit, desequilibrios externos, recesión, volatilidad, ausencia de inversión extranjera directa (no financiera) y un fuerte repunte de la inflación, crearon una insalvable desconfianza de los mercados. Situación que finalmente llevó al presidente Macri a declarar una emergencia y anunciar un plan de ajuste severo, que como seguramente ya conocerán lo abrevio. Se trata de un duro recorte de gastos que incluye una reducción de los ministerios a menos de la mitad y el regreso de las retenciones a la agricultura con un impuesto a las exportaciones (cada dólar exportado cuatro pesos) con el propósito de eliminar el déficit fiscal en 2019, aunque la medida no ha resultado suficiente para recobrar la confianza de los mercados a pesar de que el BCA subió la tasa del 40 al 60%, algo que hubiese sido difícil de imaginar a comienzos de año.

Conseguir el equilibrio fiscal para 2019, cuando el Gobierno esperaba tenerlo para 2020 es una señal a los mercados de que se están poniendo las bases para conseguir un mayor y más sólido crecimiento. Obviamente este duro objetivo se establece para lograr unos loables resultados que se deberían traducir en un beneficio común para todos los argentinos y muy especialmente para la población más vulnerable, aunque es difícil saber cuántos de los 13 millones de pobres (30% de la población) sufren hambre; dado que las dos variables no van necesariamente unidas. Aquí una apreciación: Argentina es el tercer productor mundial de miel, soja, ajo y limones; el cuarto de pera, maíz y carne; el quinto de manzanas; el séptimo de trigo y aceites; el octavo de maní. Su producción total es para 440 millones de personas y su población es de 44 millones.

Joseph Stiglitz comentó que Macri cometió un gran error al quitar los impuestos a la exportación, que eran una importante fuente de ingresos. Al recortarlos, subió el déficit, y la cantidad que tenía que tomar prestado del exterior aumentó. Stiglitz, como miembro de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (Icrict) en la conferencia de Nueva York «sobre la importancia de la desigualdad», considera que quitarlos fue una medida equivocada, porque reducía los impuestos a algunos de los argentinos más ricos y las consecuencias las pagaban las clases medias y las más pobres.

Por lo pronto, diversas protestas ya están convocadas, desde el paro docente del 13 de septiembre de CTERA, el sindicato que agrupa la mayoría de los docentes a nivel nacional, hasta el paro general de la Confederación General de Trabajadores el 25 de septiembre La CGT resolvió, por su parte, llevar adelante un paro general el próximo martes 25 de septiembre, pero sin movilización. Esta será la cuarta medida de fuerza general contra el presidente Macri.

Mientras tanto, los acontecimientos se suceden unos tras otros y se entremezclan y acrecientan la preocupación de la población. Comienzan las quiebras financieras, como la de Hope Funds, la firma acusada de damnificar a más de 2.000 inversores por 1.500 millones de pesos, la mayor estafa de la historia argentina. Pero la mayor es que han imputado al presidente Macri y parte de su Gobierno por el acuerdo con el FMI. Y no hay que olvidar que las elecciones presidenciales serán el mes de octubre de 2019.

 

Tribuna publicada en El Economista