Por Iker Etxezarreta Fraile, profesor del IEB.
A pesar de que en los últimos tiempos han ganado cierta relevancia, siempre me ha sorprendido la escasa notoriedad que los procesos de fabricación y logística han tenido en las conversaciones económicas tan habitualmente inundadas por consideraciones macro, financieras y de los mercados de capital. Las operaciones son el corazón de la economía productiva y de su buen funcionamiento dependen en gran medida indicadores como la productividad, la inflación, la tasa de paro o el crecimiento de un país.
Es un concepto amplío que abarca diferentes actividades que requieren un grado de sofisticación mucho más elevado de lo que podría parecer. Por simplificar podemos mencionar la gestión de la demanda, aprovisionamientos, gestión de inventarios, producción y distribución como principales eslabones en la cadena de suministro. Pues bien, al menos podemos identificar tres factores que están teniendo, y tendrán, un gran impacto en las mismas y, por tanto, no solo en la economía global sino también en nuestro estilo de vida. A saber, la geopolítica, la tecnología y la sostenibilidad.
En lo que a geopolítica se refiere, asistimos por primera vez en 40 años a un movimiento que apunta en dirección contraria al de la globalización. En los últimos años podemos hablar de la guerra de Ucrania y Rusia, la pandemia global del Covid-19 e incluso el Brexit en 2016, teniendo como telón de fondo, además, las tensiones propias de lo que parece que en los próximos años será un cambio de liderazgo mundial con China tomando el relevo de Estados Unidos.
Todo lo anterior puede suponer, de hecho ya lo está haciendo, un cierto repliegue de las economías de los países tratando de recuperar actividades productivas que se consideren relevantes así como una revisión de los aranceles y tratados internacionales que, posiblemente, implicarán tanto el cambio de rutas como el tipo de bienes objeto de comercio global. En este sentido podemos decir que el modelo del just in time, al menos como lo hemos conocido hasta ahora, tendría sus días contados.
Por el lado de la tecnología, lo logística no es una excepción dentro de todas las actividades e industrias que se están viendo afectadas transversalmente en las últimas décadas. Hay muchos campos en los que el impacto puede ser relevante pero, a mi entender, el mayor reto es utilizarla para incrementar la visibilidad de la cadena de suministro de manera que ésta sea más eficiente y permita una mejor planificación de la demanda que redunde, ceteris paribus, en un mejor servicio al cliente y costes más bajos. Se me ocurre que aquí deberían tener un papel principal tecnologías como la Inteligencia Artificial o el Blockchain.
En lo que toca a la logística más de día a día, no hay duda de que el diseño y funcionamiento de todo tipo de almacenes y centros logísticos tienen por delante un gran reto para ir dando entrada a la digitalización en función de las necesidades específicas de cada empresa. Hablaríamos en este aspecto de la robotización en sus diferentes versiones, el Internet de las cosas o las impresoras 3D si miramos más a la fase de producción. Por otro lado, derivado de todo lo anterior, la ciberseguridad se presenta igualmente como una prioridad para la logística de los próximos años.
Dentro de este breve repaso al mundo de las cadenas de suministro, me parece imprescindible mencionar la sostenibilidad. Aunque aparezca en tercer lugar, creo que aún no somos del todo conscientes del potencial disruptivo y el desequilibrio global que puede suponer implementar de manera efectiva toda la proliferación legislativa al respecto. Y digo desequilibrio porque ésta es una iniciativa más del primer mundo que global lo que puede generar asimetrías importantes. En lo medioambiental, los objetivos de cero emisiones son un reto casi inalcanzable con un funcionamiento de las cadenas de suministro y la logística global tan solo similar al que hemos conocido hasta la fecha si tenemos en cuenta las actividades de upstream y downstream (scope 2 y 3). También en lo social, la sostenibilidad como la geopolítica presionará para relocalizar actividades y tener una cadena de aprovisionamiento más local, eso sí, en aquellas actividades que la propia legislación medioambiental de cada país permita.
El transporte a diferentes niveles, el diseño de redes o la logística de última milla también deberán cambiarán su enfoque significativamente. Una pequeña referencia aquí a la necesidad que tiene España como país de superar un transporte interior absolutamente radial y volcado en la carretera en detrimento de proyectos tan sensatos como el del corredor mediterráneo que lleva lustros estancado entre la política y las presiones del sector.
Finalmente, dos cuestiones adicionales. Sería bienvenida una regulación más homogénea de los aspectos de la logística de última milla del ecommerce que, además de un reto logístico, seguramente provoca importantes efectos indirectos no deseados en términos de sostenibilidad. Igualmente, la llamada inflación verde cuyo impacto estructural es difícil de cuantificar pero, sin duda, serán significativo, tendrá a la logística como principal correa de transmisión hacia la economía productiva.
Por todo lo anterior, haríamos bien en evolucionar desde un enfoque de cadena de suministro a otro de cadena de valor en el que las operaciones sean parte integral de la estrategia de las compañías y objeto de atención prioritario por parte de los poderes públicos.
Tribuna publicada en El Economista.
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