Muchos de los efectos que ha dejado la Gran Recesión quizá perduren durante bastante tiempo antes de ser plenamente corregidos, pero otros han transformado profundamente el teatro de la economía mundial y de forma especial el de los países desarrollados. “Ha habido una gran cantidad de cambios en los últimos diez años. La economía mundial no tiene la ayuda del comercio mundial ni de las ganancias de productividad. La normalización de la política monetaria sin una mejora en los fundamentos (comercio y productividad) no será la solución definitiva para marcar la vuelta de la normalidad”, señala a Forbes Aurelio García del Barrio, director del MBA con especialización en finanzas del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB).
“La crisis ha tenido un coste muy elevado para la economía mundial. Todavía no se ha recuperado el nivel de empleo anterior a ella y las desigualdades se han acrecentado. La crisis también ha dejado un legado de deuda pública y bajas tasas de inversión en la mayoría de países desarrollados. El lado positivo es que la regulación financiera se ha reforzado. Por otra parte, los países emergentes han ganado peso en el sistema multilateral, no solo por su contribución al crecimiento mundial. También han generado más confianza en sus políticas económicas, algo evidente en el caso de China”, afirma a Forbes Raymond Torres, director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas, un think tank.
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