La corrupción política es uno de los grandes males de España, y desde hace años se encuentra en niveles preocupantes. Cohecho, malversación de fondos, contrabando, blanqueo de capitales, delito fiscal, tráfico de influencias, estafa, extorsión, organización criminal… ¿Cómo enjuiciar estas conductas?, ¿Qué riesgo enfrenta una sociedad sino se respetan principios éticos y morales en su sistema político?, ¿Qué podemos hacer?
Para abordar estas preguntas celebramos recientemente la clase magistral Delitos de corrupción política en el escenario de la España actual, con tres invitados de excepción, miembros además de nuestro claustro: Pedro Fernández Hernández, abogado y miembro del Congreso de los Diputados de España; Ignacio Gordillo Álvarez-Valdés, ex fiscal de la Audiencia Nacional y socio director en Ignacio Gordillo abogados; y Eduardo de Urbano Castrillo, ex Magistrado y Of Counsel en Kepler—Karst.
Durante la clase magistral se expusieron cinco claves para combatir la corrupción y mejorar la calidad democrática de nuestro país.
- Educación: Una sociedad que no fomenta la cultura de la verdad desde la cuna es una sociedad que comienza a hacer concesión. Aristóteles decía que la corrupción se origina en la falta de virtudes cívicas. Una sociedad tolerante o resignada con la corrupción producirá políticos corruptos que, en vez de servir a los intereses generales, gobernarán en beneficio propio o de personas próximas.
- Separación de poderes: El poder corrompe y atenta directamente contra la democracia, a la que hay que defender por encima de todo. Sin una separación de poderes lo suficientemente sólida, será inevitable que los gobiernos y los partidos políticos acumulen poder e influencia, y cedan a la tentación de corromperse.
- Populismo punitivo: La sociedad necesita mostrar tolerancia cero hacia la corrupción y castigar con dureza este tipo de delitos. El denominado populismo punitivo ha llevado en los casi 30 años de vigencia del Código Penal a una elevación generalizada de las penas, así como a la introducción de nuevos tipos penales, en una dirección inequívoca. Hay que reprimir la corrupción y este tipo de delincuencia, con una respuesta penal más contundente.
- Castigo en las urnas: El votante no puede, ni debe apoyar a los partidos políticos como si fueran equipos de fútbol. Los votos no deberían emitirse en función de las pasiones o lealtades hacia unas siglas, sino a la honestidad y programa político de un candidato.
- Protección a jueces, policías y delatores: La corrupción no se combate atacando a quienes la destapan, la investigan y la juzgan, sino dotando a la justicia de más medios y fomentando un rearme ético de la ciudadanía para que se ocupe no solo de sus asuntos personales, sino también de los asuntos generales.
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