Comercio internacional y economía digital

Por Ramón Casilda, analista, consultor estratégico iberoamericano y profesor del IEB.

En el comercio internacional, los tratados de libre comercio (TLC), forman parte del puzle organizado de la Economía, siendo una de las piezas más importantes. Los TLC, consisten en un acuerdo comercial regional o bilateral para ampliar el mercado de bienes y servicios entre los países participantes. Generalmente implica la eliminación o rebaja sustancial de los aranceles para los bienes entre las partes, y acuerdos en materia de servicios. Generalmente se rigen por las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) o por mutuo acuerdo entre los países.

Un TLC no necesariamente conlleva una integración económica, social y política regional, como es el caso de la Unión Europea, la Comunidad Andina de Naciones, el Mercosur y la Comunidad Sudamericana de Naciones. Si bien, estos se crearon para fomentar el intercambio comercial, también incluyeron cláusulas de política fiscal y presupuestaria así como el movimiento de personas y organismos políticos comunes, elementos ausentes en un TLC.

Hasta ahora, nada nuevo desde Adam Smith, que sentó las bases de la economía clásica, la ventaja comparativa y el libre comercio en su magna obra: Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, 1776. Libro donde criticó abiertamente la doctrina económica predominante de la época: «el mercantilismo», cuya máxima era: exportar lo máximo posible, importar lo mínimo posible. Trasladado a la actualidad, les suena.

Como dice Paul Samuelson (premio Nobel de Economía, 1970): «Los economistas discuten todo el tiempo, sólo parece que se ponen de acuerdo en relación al libre comercio». Mientras que Paul Krugman (premio Nobel de Economía, 2008), opina que si existiera algo similar a un credo de la economía, con total seguridad incluiría estas normas: «Comprendo el principio de la ventaja comparativa y apoyo el libre comercio». Jagdish Bhagwati, reconocido paladín del libre comercio afirma: «No me canso de enseñar a mis estudiantes, que la tarea de defender constantemente con conocimientos científicos el libre comercio es una obligación». Y a pesar de tener numerosos aliados en la lucha, todavía no forman el ejército que puedo dirigir y que necesitamos. Y lamenta «el hecho de que el libre comercio, rara vez goza de credibilidad entre la población en general».

Pero qué está sucediendo con el libre comercio internacional. Sucede que no pasa por sus mejores momentos. La creciente aplicación de medidas proteccionistas, así lo confirma. El ejemplo más inmediato lo encontramos en las políticas que lleva a cabo el presidente Donald Trump, aplicando su lema: América Primero. A partir de aquí, se trastoca el libre comercio internacional y las tensiones entre los países crecen y se multiplican. Y por si fuera poco, el desafío proteccionista de Trump, genera preocupación sobre el crecimiento y el empleo en todo el mundo.

Lo más reciente, es que el secretario de Comercio de EEUU, Wilbur Ross, anunció (31-05-2018) que EEUU seguirá adelante con su decisión de imponer un arancel del 25 por ciento a las importaciones de acero y del 10 por ciento a las de aluminio procedentes de la UE, Canadá y México. Ross confirmó que los aranceles a las importaciones de aluminio y acero de la UE, Canadá y México entraron en vigor al siguiente día (1-06-2018), poniendo fin a una moratoria de dos meses y agrandando el temor a una guerra comercial, extensible a su gran rival y el país que más déficit provoca a EEUU: China.

Sin embargo, para el FMI, la visión es un tanto diferente al no tenerse en cuenta que el comercio internacional, se encuentra entrando en una nueva era impulsada por la «economía digital», que forma parte, de lo que llamo: capitalismo global interactivo. Es decir, nos encontramos ante una nueva era en la que los flujos de datos son cada vez más importantes que el comercio físico. Así se analiza en el informe del FMI: Perspectivas de la economía mundial (abril, 2018), capítulo 4: ¿Se comparte el crecimiento de la productividad en una economía globalizada?

Entre 1986 y 2008, el comercio mundial de bienes y servicios creció «más del doble» de la tasa de la economía mundial. Sin embargo, durante los últimos años, el crecimiento en este tipo de comercio tradicional, apenas ha superado el crecimiento del PIB mundial. Al mismo tiempo, los flujos digitales han aumentado sin cesar. Según Cisco, la cantidad de ancho de banda se multiplicó por 90 entre 2005 y 2016, y se espera que crezca 13 veces más en 2023.

Quiere decir esto, que los flujos digitales son el impulso de otros flujos, especialmente haciendo que los servicios sean más transables. Recuérdese que los bienes no transables, son aquellos que solo pueden consumirse en la economía en que se producen; no pueden importarse ni exportarse. Si esto verdaderamente es así, entonces el futuro del comercio se encuentra ligado al futuro de la economía digital. De manera que se abre una novedosa dimensión, incluso legislativa, pues nos encontramos ante una gran oportunidad para que los legisladores creen nuevas normas comerciales para la economía digital y creen un mejor sistema de comercio internacional para el inmediato futuro, que ofrezca como aportación al bienestar de la sociedad mundial, mayor riqueza, cohesión y equidad.

 

Tribuna publicada en El Economista