Por Javier Santacruz, profesor del IEB
Un español tipo con una renta bruta anual equivalente al salario mediano (en torno a los 22.000 euros anuales), de mediana edad (entre los 45 y los 54 años), con declaración de la renta individual y sin hijos menores a su cargo, dedica 178 jornadas de salario íntegramente a pagar impuestos. Ésta es la conclusión fundamental del informe que cada año desde hace más de una década publica el «think tank» Civismo bajo el nombre de «Día de la Liberación Fiscal». Todo este esfuerzo fiscal que realizan las familias españolas se simboliza señalando un día en el calendario en el que a partir de ese momento el dinero que generan por su trabajo ya se dedica para disfrute propio y no para contribuir a Hacienda. En 2017, para el conjunto de la economía española, el «Día de la Liberación Fiscal» ha sido el 28 de junio. Por consiguiente, a partir de este día el contribuyente cuenta con 186 días de sueldo que puede manejar libremente.
Aunque el panorama fiscal general ha sufrido pocos cambios, este año el «Día de la Liberación Fiscal» llegó una jornada antes con respecto al año anterior gracias a dos factores principales: por un lado, las rebajas de tipos impositivos que algunas comunidades autónomas han aplicado en sus tramos del Impuesto de la Renta (IRPF) compensando el efecto negativo sobre el contribuyente medio que han tenido las subidas de algunos tramos autonómicos altos de renta (tipos marginales más altos en cinco regiones) y la bajada del mínimo exento en varias comunidades en la aplicación del Impuesto del Patrimonio. Por otro lado, el año pasado fue bisiesto y, por tanto, el dato está ajustado por la diferencia de un día de un año para otro.
En este sentido, la capacidad legislativa de las comunidades autónomas en materia de un impuesto cedido parcialmente, como el IRPF, interviene de forma decisiva a la hora de calcular cuántos impuestos paga una unidad familiar en función de sus circunstancias personales y familiares y tramo de edad del «cabeza de familia». Fuera del IRPF y otros cambios que afectan escasamente a la «foto grande» de los impuestos en España (cambios en Patrimonio, impuestos autonómicos nuevos o la subida de los gravámenes municipales), no se han producido cambios relevantes que hayan incrementado o rebajado el número de días dedicados a pagar cada uno de los impuestos.
El estudio de Civismo muestra cómo en torno al 60% del sueldo bruto de un trabajador va a parar exclusivamente al pago de las cotizaciones a la Seguridad Social, donde no sólo se tiene en cuenta la cotización que se le retiene al trabajador en su nómina sino también –y esto es lo más importante– la cotización que la empresa paga en nombre del trabajador, la cual representa las tres cuartas partes del pago total de la cotización.
En realidad, esto es un «sueldo oculto» que el trabajador no percibe pero cuyo significado es claro: un trabajador que tiene un sueldo neto mensual de 1.500 euros (ya descontada la cotización del trabajador), en realidad tendría un sueldo bruto mensual de 2.100 euros si no fuera por la cotización que aparentemente el empresario «paga» pero que en realidad es una porción del salario que sin que el trabajador lo sepa se le ha quitado para hacer frente a la obligación de cotizar al sistema de Seguridad Social.
El peso de las cotizaciones se vuelve aún más importante si comparamos con el resto de las economías desarrolladas. Tomando como referencia el pago de seguros sociales sobre renta disponible, España es junto con Suecia el país de la OCDE que más impuestos paga en esta materia, los cuales además van a una «caja cerrada» que sirve para pagar las pensiones de los actuales jubilados, no las pensiones futuras del trabajador. Al trabajador actual sólo se le genera un derecho de cobro futuro de una pensión pero sujeto a que haya cotizantes suficientes más jóvenes que sean capaces de contribuir para pagar las pensiones de estos en el futuro.
Tras las cotizaciones a la Seguridad Social viene el IRPF, al cual hay que dedicar 36 días de salario bruto anual para pagarlo. El actual sistema de imposición directa sobre la renta, tal como señala el informe de Civismo, crea una «ilusión fi scal» que enmascara la percepción de cuántos impuestos realmente está pagando el asalariado. Todo el «enfado» que un contribuyente pueda tener por los impuestos que soporta se produce en un único momento del año que es cuando le toca hacer la Declaración de la Renta y sólo si le sale «a ingresar». Porque si le sale «a devolver», el contribuyente cree que Hacienda le está dando dinero cuando en realidad lo que hace es devolver una parte de los impuestos que ya ha pagado mensualmente la persona.
Por último, los 40 días restantes se los reparten el IVA, los Impuestos Especiales (tabaco, alcohol, gasolinas, electricidad…) y el resto de los impuestos autonómicos y municipales, donde los más sobresalientes son Patrimonio, Sucesiones y Donaciones y el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI). La suma de todos ellos muestra hasta qué punto un español tiene unos impuestos altos con respecto a cualquier otro contribuyente de la eurozona, especialmente en los tramos de edad más productivos de la persona y donde su salario es mayor (entre los 45 y los 64 años), por mucho que esto no lo refleje el indicador de presión fiscal (ingresos fiscales totales sobre PIB). La «cuña fiscal» (IRPF + cotizaciones sobre coste laboral bruto) roza el 40%, sobre todo por el efecto de las cotizaciones sociales en la cohorte donde se concentra el grueso de la población en España.
Tribuna publicada en La Razón.
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