Por Carlos del Campo Rodríguez.
Analista del Círculo de Empresarios y antiguo alumno del Master en Bolsa y Mercados Financieros.
En las últimas décadas, el mundo ha experimentado cambios profundos en su pirámide demográfica, con una caída de la tasa de natalidad y peso de población en edad de trabajar que puede reducir el crecimiento potencial a largo plazo de la economía. De hecho, el Banco Mundial estima que cada punto porcentual adicional en el peso de la población en edad de trabajar se traduce en un aumento de 1,5 puntos sobre el crecimiento del PIB per cápita.
En España, el diseño del sistema de pensiones se sustentaba sobre unas bases sociales y demográficas que no se corresponden con la realidad actual, caracterizada por un aumento de la esperanza de vida que ha aumentado en 10 años desde la transición, la progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral y un mayor peso de la población mayor de 65 años (estimada en un 25% de la población española en 2030). Este envejecimiento de la población está generando un aumento progresivo de la tasa de dependencia (% de personas mayores de 65 años respecto a aquellas en edad de trabajar) y del gasto en pensiones, poniendo en riesgo su viabilidad a medio y largo plazo.
Al factor demográfico, se une el escaso peso del ahorro privado en planes de pensiones. Preocupa lo lejos que se encuentra nuestro país de la media de la OCDE tanto en activos en fondos de pensiones privados (14% del PIB frente a un 83% de media) como en aportaciones brutas anuales, provocado en parte por la elevada tasa de reemplazo neta (82% vs 63% en la OCDE). Asimismo, destaca el escaso protagonismo de partícipes menores de 40 años en fondos de pensiones (menor al 15%) por su orientación financiera al sector inmobiliario, y todo ello a pesar de que se prevé que en los próximos años el sistema de reparto va a reducir gradualmente su tasa de reemplazo.
En España, las reformas de carácter paramétrico no han sido suficientes para revertir el elevado desequilibrio financiero e intergeneracional del sistema de pensiones, lo que exige plantear un nuevo modelo mixto con un mayor peso del pilar de capitalización obligatorio y voluntario, siguiendo la experiencia de casos de éxito como el de Suecia.
Asimismo, el impacto de la inversión de la pirámide demográfica sobre los flujos de ahorro y consumo serán evidentes. En términos de ahorro, J.P.Morgan afirma que a medida que la tasa de dependencia aumenta, la de ahorro disminuirá gradualmente, como ha ocurrido en Japón, donde tras triplicar su tasa de dependencia desde 1990, la tasa de ahorro de los hogares ha caído por debajo del 7%.
Sin embargo, existe una cierta ambigüedad sobre el efecto que tendrá en los tipos de interés, al haber elementos en direcciones opuestas. Por un lado, la caída de la fuerza laboral con efectos negativos sobre el crecimiento económico presionará a la baja los tipos, al mismo tiempo que una menor tasa de ahorro de las personas mayores de 65 años compensará esa posible caída de tipos interés.
En todo caso, lo que sí parece evidente es que este nuevo patrón demográfico se caracterizará por un menor peso de la cohorte de población entre 35 y 64 años, los denominados Peak Savers, que en definitiva es la que mayor capacidad de ahorro tiene por su nivel de renta y participación en el mercado laboral.
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