Por Ramón Casilda, consultor estratégico iberoamericano y profesor del IEB.
¡Desconfianza! trasmite la imagen de los presidentes de EEUU y México; Donald Trump y Enrique Peña Nieto, cuando se reunieron durante la cumbre del G20 en Hamburgo en julio de 2017. Entonces las relaciones bilaterales no pasaban por su mejor momento, por temas como el muro, la inmigración y la negociación del TLCAN.
¡Sorpresa! en Canadá al enterarse de que sus dos socios EEUU y México en el TLCAN, habían llegado a un acuerdo comercial bilateral provisional. Siempre en los diversos ámbitos de actuación que me llevaba el TLCAN, afirmé que EEUU no lo rompería y por tanto habría acuerdo, aunque reconozco que no acerté con la fórmula elegida.
Entre la desconfianza y la sorpresa ha transcurrido un año de negociaciones trilaterales. Pero finalmente han sido EEUU y México los que llegaron a un acuerdo bilateral de libre comercio que durará 16 años y que se revisará en seis.
En la retina del olvido quedó el pensamiento de Trump respecto a México y el TLCAN, cuando lo calificaba “como el peor acuerdo de comercio” jamás aprobado, culpable directo de terribles déficits comerciales, pérdidas de empleos, producción manufacturera y cierre de fábricas, teniendo su postura negociadora como base sus ideas proteccionistas regidas por “América Primero”, en línea con comprar americano y contratar americano, como señal del final de una era basada en el libre comercio como eje de la globalización.
Así que tenemos acuerdo comercial provisional, sobre el que se ha referido el secretario de Economía de México; Ildefonso Guajardo, quien hizo saber: “Mi presidente tuvo una llamada con el primer ministro de Canadá en la cual quedó claramente establecido que nosotros tenemos el deseo y el objetivo de mantener claramente la trilateralidad de este acuerdo y esperamos que sin duda, Canadá pueda acompañarnos en este proceso”. Así que no hay conflicto entre los socios, aunque no han faltado las críticas de quienes consideran que a Canadá le han orillado. México y Canadá durante la negociación siempre se han mantenido firmes en la importancia de mantener el formato trilateral del TLCAN, incluso cuando Trump señalaba el deseo de acuerdos individuales con cada país.
Así la cosas, Trump y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, hablaron sobre un posible acuerdo entre sus países y coincidieron en mantener conversaciones productivas en la confianza de que sus equipos en esta misma semana cierren exitosamente las negociaciones. Y para ponerle presión al asunto, horas antes, desde el Despacho Oval, Trump había opinado que “con Canadá, lo más fácil que se puede hacer es poner aranceles a sus automóviles”, así la negociación “sería muy sencilla, acabaría en un día. Pero creo que les daremos una oportunidad de tener, probablemente, un acuerdo separado (con EEUU)”.
Siempre en las negociaciones, como en los negocios y en la vida, lo importante no son los comienzos, sino los finales. Los tres socios comenzaron compartiendo la visión de trilateralidad que por un lado le daba fuerza a la integración regional y por otro la gran oportunidad que suponía poder actualizarlo y por tanto modernizarlo, para que resultase más eficaz, dinámico y competitivo en consonancia con el nuevo entorno económico internacional que presiona la competencia entre regiones, contando con la creciente participación de los países emergentes, con China a la cabeza.
De manera que la modernización preconizada, resultaba tan conveniente como necesaria, para promover que las respectivas economías consigan un mayor grado de integración y competitividad, por encontrarse más expuestas a la competencia internacional. Desde esta perspectiva, se estimulaba la búsqueda de nuevas oportunidades e iniciativas de negocios y de reasignación de los factores de producción de la manera más eficiente entre los tres socios.
Y un detalle legal que quizá podrá salvarse pero no hay que olvidar que la negociación se realiza bajo los términos del Trade Promotion Authority (TPA) equivalente al Fast Track Authority (FTA), que otorga al presidente de EEUU la autoridad para negociar acuerdos internacionales que el Congreso puede aprobar o rechazar, pero no modificar. Y la negociación es para negociar un acuerdo trilateral, según los objetivos fijados en el documento: Resumen de los Objetivos para la Renegociación del TLCAN.
Qué sucederá durante esta semana de intensa negociación con Canadá y por extensión, como podrá repercutir sobre México: La respuesta es imprevisible, solo la tiene Trump, y en varias versiones. Muy bien sabe que siete de los 10 Estados que exportan en su mayoría a México y Canadá le votaron y que las elecciones legislativas del próximo noviembre no serán un simple proceso de renovación de congresistas, a mitad del período presidencial. Tampoco se limitarán a un referendo sobre su política. No, lo que es algo con mayor trascendencia, se dilucidará, más allá de cualquier nombre de senador, representante o gobernador, Estados Unidos, como sociedad y nación, por los próximos seis, veinte, cincuenta años.
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