Por qué el famoso informe de Deloitte importa poco en la resolución de Banco Popular

Javier Santacruz Banco Popular

Por Javier Santacruz, economista socio de China Capital y profesor de IEB. La publicación del informe de valoración del Banco Popular en su proceso de resolución, ha sido un acontecimiento muy esperado por el mercado, ya que éste se consideraba pieza clave en el proceso que llevó a la quiebra de esta entidad y su posterior compra por un euro por parte del Banco Santander en junio de 2017.

Sin embargo, una vez desclasificado el dictamen y tras un estudio pormenorizado de sus contenidos (no es fácil obviar el sesgo retrospectivo que siempre tiende a ver con ojos de hoy acontecimientos del pasado, especialmente en el terreno de la banca y la valoración de sus balances) parece evidente que a este informe se le ha dado un protagonismo que en realidad no tuvo, puesto que éste nació en un juego «con las cartas marcadas». Es decir, la autoridad de resolución ya tenía decidido de antemano que el Popular tenía que ser liquidado.

En este sentido, el problema no es tanto dilucidar si el análisis realizado por Deloitte se ajustaba a la realidad del banco sino más bien hacer una reflexión sobre el «Armagedón» regulatorio que Europa ha construido y, con ello, ver hasta qué punto existe un riesgo permanente de que un burócrata -sea del BCE, sea de la Junta Única de Resolución (SRB, por sus siglas en inglés) o de cualquiera otra institución rectora de la «Unión Bancaria»- pueda tomar la decisión arbitraria de liquidar un banco con problemas de liquidez.

De los diferentes documentos revelados por el SRB, plagados de tachones que en teoría son «información confidencial», el más importante a efectos de evaluación es el que lleva el membrete de la consultora encargada de hacer el análisis. Bajo un «perfil ciego» (se utiliza el seudónimo de «Hippocrates», curiosa utilización del nombre del «padre de la medicina»), los analistas de Deloitte realizan una evaluación de los activos de la entidad por orden del SRB, tras haber dictaminado el 5 de junio que el banco debía pasar por el proceso de resolución. Dicho de otra forma: Deloitte lleva a cabo su dictamen sabiendo que el Popular se va a liquidar y que además el SRB tiene un interés especial en mostrar al mercado que no hay otra alternativa posible.

La fuga de depósitos, factor clave

¿Por qué el SRB había decidido que no había alternativa posible cuando la propia Junta dice en la «Valoración 1» del 5 de junio que el banco a ese día no es insolvente y que no incumple las ratios de capital? Básicamente por la fuga de depositantes que se produjo en aquellos días, en su gran mayoría Administraciones Públicas, tal como reveló recientemente Carlos Segovia en El Mundo. Es la falta de liquidez, sin apoyo mayor de las líneas de liquidez de emergencia del BCE, la que se convierte en un problema de solvencia y precipita su intervención. Popular quebró como cualquier otro banco bajo un sistema de reserva fraccionaria: iliquidez transformada en insolvencia.

Llegados a esta situación, el SRB, forzando severamente los plazos (la propia consultora cuenta en las páginas 79 y 80 de su dictamen lo apresurado de los plazos y la falta de información en algunas cuestiones, mostrando que apenas tuvieron seis días para dar una primera opinión cuando un dictamen de valoración medianamente prudente y bien hecho necesita un mes como mínimo), consiguió un informe que certificaba la «muerte» del Popular basado en escenarios de mayor presión de posibles pérdidas (lo que en la jerga se denomina «estrés») con un escenario central de valor: -2.000 millones de euros.

Por consiguiente, el informe se limitó a ofrecer una guía «provisional» condicionada por la pérdida de depósitos y con una gran varianza entre los escenarios de valoración (el positivo arrojaba +1.300 millones y el negativo -8.200 millones). Todos los cálculos de solvencia dependen, en última instancia, de los recursos gestionados por la entidad y si se produce un empeoramiento de la posición de liquidez, el valor de mercado de todos los activos disminuye. El mercado ofrece menos dinero por la venta en bloque de los activos de cualquier compañía y más en el caso de un banco, sometidos a una elevada incertidumbre.

Así lo expresa Deloitte en la página 3 del informe «Valoración 2» cuando ofrece los cálculos orientativos sobre el valor de recuperación del Popular para sus acreedores (traducción): «[…] y el hecho de que la posición deteriorada de liquidez de la entidad puede provocar cambios significativos en la estructura de pasivo entre el día con la información disponible más reciente y la fecha de resolución».

El dudoso papel del BCE

Justo esto es lo que sucedió en la semana hasta el día 7 de junio en que se produjo la compra de Popular por parte de Santander: una retirada masiva de más de 9.000 millones de euros. Hasta el banco teóricamente más solvente no podría soportar tal fuga de dinero sin el apoyo del BCE, el cual se negó en 48 horas a suministrar liquidez. ¿Acaso los bancos griegos tienen el suficiente colateral para seguir conectados a las líneas de liquidez de emergencia desde hace años? ¿Lo tenían los bancos italianos que al igual que el Popular fueron declarados «fail or likely to fail» y que han sido rescatados con dinero público?

En suma, Popular es la triste historia de una entidad que arrastraba enormes problemas desde el estallido de la burbuja inmobiliaria. Pero incluso a pesar de su debilidad, el día antes de la intervención cerró con cerca de 11.000 millones de euros de fondos propios, pero se asumió el peor de los escenarios de deterioro de provisiones de 20.200 millones tras la entrada del Santander.

Fuera de estos hechos se ha generado mucho ruido (incluyendo el «esperado» informe de Deloitte) cuando lo verdaderamente relevante es que los burócratas de Bruselas y Frankfurt han construido un sistema determinista intrínsecamente frágil sin control parlamentario ni separación de poderes que se muestra rápido a la hora de resolver bancos, pero que no introducen los incentivos correctos para la estabilidad financiera, generando un abultado «riesgo moral». La «doble vara de medir» con el Popular no debería infundir tranquilidad en la banca europea ante sus retos de futuro.

 

Tribuna publicada en Libre Mercado