Por Miguel Ángel Bernal, profesor y Coordinador del Departamento de Investigación del IEB.
Jerome Powell debuta como presidente de la Fed, el todopoderoso banco central americano. Es muy probable, las quinielas así lo avalan, que su primera intervención como presidente sea la de anunciar un alza de tipos de interés. Desde luego, si no es en esta reunión lo será en la siguiente. Powell accede a presidir una institución muy querida en EEUU y por supuesto respetadísima en todos los ámbitos.
La Fed, desde el estallido de la burbuja del crédito, ha sido el referente en la lucha para atenuar los destrozos que provocaron las hipotecas subprime, con Bernanke a los mandos. A Bernanke, perfecto conocedor y estudioso del Crack del 29, no le tembló la mano en adoptar medidas novedosas. Aquella etapa paró los daños del derrumbe de la gran mentira del crédito descontrolado y sin garantías.
Ahora bien, si Bernanke paró los daños, no es menos cierto que a ojos de todos los conocedores de la política monetaria y sus efectos, todos ellos se preguntaban cómo se iba a gestionar el día después de que la crisis hubiera sido frenada. Precisamente, casualidades de la vida, no fue el bueno de Bernanke quien tuvo esa labor, sino la heredera del puesto y otra magnífica figura, Janet Yellen. La gobernadora tuvo que resolver y disipar las dudas que generaba la política de su predecesor. En mi opinión, lo hizo de maravilla, alejándose de la premura y los nervios. Yellen concluyó los programas de expansión monetaria no ortodoxa, no solo finalizó la subida de tipos, sino que además comenzó con tímidas subidas. Además, Yellen utilizó, con una sutileza femenina inigualable, el discurso de la principal autoridad monetaria actual. Yellen calmó al mercado, dictó anticipadamente los movimientos que iba a hacer, en ningún momento se la vio dar una nota discrepante dentro del discurso que la gobernadora iba creando.
Pues bien, si Bernanke inició una política monetaria ignota y Yellen la finiquitó, ahora le toca a Powell la normalización. Recibió críticas nada más comenzar, desde que fue nombrado por Trump. Algunos quisieron ver la llegada de un político y no un técnico. Es probable que, debido a ello y nada más llegar, se abriera un debate, a mi juicio baladí e incluso mal intencionado, sobre si se podría variar el objetivo de inflación del 2%. Esa pregunta escondía un trasfondo: ¿era Powell político o técnico? La respuesta fue toda una declaración del perfil que el nuevo presidente quería tener, la de técnico. Powell no solo no cuestionó el objetivo del 2%, sino que además en algunos comentarios se ve una defensa férrea de ese objetivo. Si el novel gobernador hubiera defendido un nivel más alto, hubiera hecho saltar todas las alarmas en todos aquellos a los que nos gusta el criterio académico. A tenor de lo anterior, podría decirse que Powell ha dejado su tarjeta de visita, manteniendo claro que su perfil, tal y como la institución lo demanda, se ceñirá a medidas técnicas y no políticas. ¿Qué podemos esperar de este periodo de Powell? La respuesta: medidas ajustadas a la ciencia económica, técnicas y no políticas.
Powell tiene la misión de pilotar el viaje de la Fed a la ortodoxia, lo cual pasa por normalizar la política desde el punto de vista ortodoxo y por supuesto devolver el equilibrio al balance del banco central americano. Esta labor, este nuevo rumbo, lo debe hacer la institución porque la época de medidas extraordinarias ha finalizado, la economía americana finalizó la crisis antes que nadie y además no arrastra rémoras del pasado como otros países o bloques.
En este momento, la mayor preocupación para la Fed, así como para todos los analistas, es qué ocurriría si la economía americana tuviera una recesión, qué arsenal se encontraría la Fed para combatirla. Es por esta cuestión por lo que es necesario la vuelta a la normalidad, la de recuperar el arsenal para hacer frente a una caída del ciclo económico del país. Desde luego, para luchar contra la inflación dispone de todas las medidas que encontramos en los libros y muchas más de las que ni siquiera vienen. Teniendo presente, por tanto, que será la vuelta a la normalidad el destino de Powell, es fácil prever su ruta. En primer lugar, la vuelta a tipos de interés de acuerdo a las dos principales variables que influyen en su cálculo: producción e inflación. De acuerdo a ambas y siguiendo la regla de política monetaria, los tipos de interés tendrían que situarse por encima de donde están, alrededor del 3%. Ahora bien, esa subida no puede ser inmediata ni apresurada, debe llevarse con mucho cuidado.
Es por ello que para finales de este año, en mi opinión nos situaremos por encima del 2% desde el actual 1,25%. Esa elevación podría llevarse a cabo mediante cuatro subidas, previsiblemente, la primera, la próxima semana. La posibilidad de un ritmo de subidas más fuertes estará condicionada a dos variables a vigilar: mercado laboral e inflación; si se prefiere a la interrelación entre ambos y donde las curvas de Phillips y su concepto juega un papel esencial. Presiones de salarios llevarán a la Fed, si es apoyado por alguno de los datos que miden los precios, a intensificar el calendario de subidas.
Queda, por último, la contracción del balance aquí y no parece haber otra posibilidad. La reducción del balance, salvo fuerte inflación, va a ser tremendamente acomodaticia, flexible y sobre todo de máxima gradualidad. El viaje de Powell es volver a la normalidad.
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