España cuenta con algunas de las escuelas de negocios más reputadas del planeta, en las que se imparte formación de excelencia a un alumnado internacional. Para conocer de primera mano el mundo de las escuelas de negocio, Forbes Review entrevista a Álvaro Martínez-Echeverría, director del IEB, un centro pionero en el ámbito financiero y jurídico, que en sus casi 30 años de historia ha formado a más de 89.000 alumnos de 59 países.
¿Cómo se ha visto afectado el mundo de las escuelas de negocio tras la experiencia de la crisis financiera?
Es cierto que tuvo un serio impacto, ya que precisamente fue una crisis del ámbito de las finanzas, y el IEB tiene una posición de liderazgo en la formación financiera en España. Durante la crisis se vio que muchos directivos que habían tenido un comportamiento irregular en el ámbito profesional se habían formado precisamente en algunas de las mejores escuelas de negocio del mundo. Aunque puedo decir con tranquilidad que ninguno de ellos se formó en el IEB.
Esto derivó en una reflexión sobre qué estaba ocurriendo, porque obviamente en estas escuelas existe una asignatura que se llama ética de los negocios. Pero esta asignatura no sirvió para evitar estos comportamientos irregulares. Y a mi juicio, a nuestro juicio, y lo hemos reflexionado en más de una reunión internacional de escuelas de negocio, esto obedece a que esta asignatura se limita a enseñar mecanismos técnicos que, si no están soportados por una sólida base moral, son más fáciles de saltar cuanto mejor se conocen. Esto llevó a la reflexión de que había que cambiar la orientación de esta asignatura. De hecho, en el IEB llevamos años haciéndolo, cambiando totalmente el estilo de enseñarla.
Era importante volver a los clásicos. Obviamente, era una pena olvidar el origen de las universidades vinculadas a un ámbito moral de principios objetivos, donde se enseñaba filosofía o incluso teología. Un centro como el nuestro no va a enseñar teología, pero no viene mal que los alumnos conozcan la filosofía de Aristóteles, los planteamientos de Tomás de Aquino, la actitud de Sócrates y de Seneca, lo que fue la escuela de Salamanca… Esos cimientos que hicieron grande a Occidente se habían olvidado en las escuelas de negocio. Esa ha sido una reflexión muy enriquecedora para todos los directivos y profesionales de este ámbito.
¿Quiere esto decir que estas deficiencias han quedado ya superadas en el modelo de formación de estos grandes centros de estudios?
En el IEB, ahora mismo la asignatura de Deontología profesional y ética de los negocios es transversal, y se imparte con este sesgo que acabo de explicar, fundamentado en un planteamiento filosófico, histórico y vinculado a valores morales. Y por lo menos en el discurso de las demás escuelas, se reconoce que esto se debe hacer así.
Visita con frecuencia otros centros internacionales como la London School of Economics o la Wharton School ¿En qué se diferencian estas escuelas respecto a las españolas?
Creo que estas escuelas de negocios -y precisamente has citado a dos con las que el IEB mantiene alianzas- no se diferencian en nada de las españolas. Afortunadamente, nuestro país cuenta con escuelas que figuran en los principales ránkings internacionales, y no tenemos nada que envidiar. La diferencia reside en que tienen una enorme vinculación y relación con el mundo profesional. Hay competencia, hay internacionalización de profesores y estudiantes, y compiten entre sí. Todo eso ha hecho que las escuelas de negocios estén en una posición claramente diferenciada respecto del ámbito teórico de la enseñanza universitaria.
Las escuelas de negocios tienen una mayor vinculación con el mundo profesional. Desde que se fundó el IEB, los profesores que imparten las materias de master son profesionales en activo, por lo que esa realidad palpitante de los mercados se le está contando a los alumnos, están conociendo el mundo profesional por parte de sus mismos protagonistas. La vinculación con el mundo profesional es enorme y las materias son de constante novedad. El IEB ha sido pionero en la enseñanza de ámbitos como la digitalización del sector financiero o las fintech. De hecho, el fundador de la Asociación de Fintech española es un antiguo alumno nuestro y profesor. Creo que este es un dato diferencial, que refleja que las escuelas de negocios estamos en vanguardia.
Cuando visitamos hace muchos años la Wharton School para establecer una alianza, los profesores nos contaban que estaban empezando a impartir programas sobre un producto financiero conocido como hedge funds. En el IEB llevábamos muchos años haciéndolo, gracias en parte a que veníamos de la mano de la London School of Economics. Poder establecer una alianza con un centro como la LSE indica que nos reconocen como una nación capaz de impartir formación al mismo nivel que ellos. Y este es el caso de todas las grandes escuelas de negocio españolas. Me estoy centrando en la mía, pero no me cuesta ningún trabajo reconocer el mérito del resto de las grandes escuelas.
Pero sí hay un aspecto en el que deberíamos aprender del ámbito anglosajón. Estos centros compiten, pero a su vez se apoyan y son capaces de colaborar entre sí. En España tenemos que aprender a asociarnos y ver que la mejor forma de competir no es dañar al de enfrente, sino unirnos, porque el hecho de que triunfen las demás escuelas es un orgullo para cualquiera de ellas. No sería satisfactorio para ninguna escuela -para el IEB desde luego no lo sería- que a alguna de las escuelas con las que competimos le fuera mal. Todo lo contrario, es bueno para cualquier nación que exista un hub, un grupo creativo de formación o empresarial, porque la forma de triunfar no es perjudicando al de al lado, sino uniéndonos y tratando de ser mejores.
¿Cómo ha evolucionado el IEB desde su fundación?
Cuando yo llegué, el IEB tenía dos aulas, apenas 100 alumnos y ocho profesores. Desde entonces ha crecido de forma exponencial, por nuestras aulas han pasado decenas de miles de alumnos, tenemos grados universitarios, 11 masters de finanzas, damos formación a todo el sector financiero español, contamos con programas jurídicos, programas financieros… el crecimiento ha sido enorme, al igual que en el resto del sector. Es verdad que el IEB fue pionero y puso en marcha el primer master en finanzas del mundo hispanohablante, pero ahora hay muchísimos más. Ha crecido tanto el IEB como el resto de las escuelas. Es un digno elogio ver que otros centros españoles están impartiendo programas con éxito y que hay alumnos para todos.
Desde su experiencia en el mundo académico internacional ¿Cree que el mundo se ha vuelto más complejo?
Sí, el mundo es mucho más complejo. En la época de la antigua Grecia, un filósofo era un personaje casi omnisciente que tocaba todas las disciplinas. Pitágoras también era filósofo y matemático. Y Euclides se movía en la física, pero también en la matemática, la filosofía e incluso era escritor. Esto ha cambiado. Ahora el conocimiento está más segmentado y es imposible encontrarse al personaje del renacimiento que conocía todas las parcelas del saber. Pero aunque es verdad que hay muchísima más división del conocimiento, muchísima más disciplina, la globalización ha creado una gran interrelación, que ha facilitado el intercambio de culturas, de alumnos y de formas de pensar. Intentar mantener relaciones internacionales es en cierto modo más sencillo que en otras épocas, por ese intercambio que hay ahora mismo en los centros educativos.
¿Cuáles son las inquietudes intelectuales de las nuevas generaciones?
Lo que percibimos es que las generaciones vienen cada vez mejor formadas en aspectos linguísticos, lo que a su vez fomenta una proyección internacional enorme. El alumno considera que irse a trabajar a Londres ya no es ser un exiliado profesional. También veo ambición formativa, ya que los estudiantes quieren realizar un grado, un master y son conscientes de la importancia de la formación constante. Es positivo y me llena de satisfacción como español y como padre. Sin embargo, se observa que hay una mayor carencia en formación humanística. Y eso es culpa del sistema educativo español. Es una pena que apenas conozcan a Calderón de la Barca, a Cervantes, a Teresa de Jesús, a las maravillas que se han escrito aquí. No leen. Es una pérdida enorme, porque no conocen la cultura de una de las naciones más ricas del mundo en el ámbito cultural y literario.
Desde el punto de vista formativo ¿Qué le falta al empresario español?
No soy empresario, pero voy a romper una lanza en favor del empresario español. Yo creo que la salida de la crisis no es mérito de ningún gobierno, sino de los españoles. La capacidad que ha tenido el pueblo español de hacer sacrificios personales, económicos y familiares, la capacidad de resistencia, cómo ha sacado esto adelante sin ningún tipo de drama social, cómo han cerrado las familias unas con otras. Y cómo han sido capaces de internacionalizar las empresas españolas, como han salido al exterior y triunfando. Esto es digno de encomio.
Me tengo que mover por gran parte del mundo y es sorprendente ver empresas españolas por todos lados. Y ese esfuerzo se refleja también en la preocupación por formar a sus plantillas. Una de las líneas de actividad en las que el IEB ha tenido que crecer por demanda es en la formación a medida de empresas, porque te piden formar a la gente en cosas nuevas porque quieren estar en vanguardia. El empresario español y el trabajador en ese sentido lo han hecho francamente bien. El mérito es de los españoles, de la fiel infantería.
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