Por Luis Fernando Utrera, profesor del Master en Bolsa y Mercados Financieros del IEB.
¿Los gobernantes, las empresas y los ciudadanos han aprendido alguna lección de todo lo ocurrido en estos diez últimos años?
La memoria tiende a ser tan corta como complaciente. Es cierto que el sistema financiero es ahora más sostenible y que el endeudamiento de familias y empresas ha bajado, pero ha sido sustituido por un fuerte endeudamiento público, lo que no es la panacea.
Desde el colapso, las empresas han recuperado el nivel de beneficios, en EEUU el paro está en el nivel más bajo de los últimos 20 años, el precio de algunas acciones se ha cuadruplicado desde 2009, el sector inmobiliario se reactiva, el petróleo sube, los bancos dan créditos y los gobiernos que adelgazaron el gasto durante años, perecen redescubrir la bondad del gasto.
Idílico ¿no?, pero muy peligroso: hemos pasado de priorizar la seguridad del sistema para evitar otra crisis, a priorizar solo el crecimiento, olvidando parte de las lecciones sufridas y no sé si aprendidas… El Supervisor ha ajustado algunas de las obligaciones de la banca, lo que es muy importante, pero es obvio que no es suficiente: los gobiernos deben legislar y provisionarse, para evitar otra crisis.
¿En qué ha mejorado, y en qué ha empeorado la economía mundial?
La crisis sufrida en los países desarrollados, ocasionó, en su inició, un raro consenso sobre la necesidad de reducir el déficit público, de ajustar los gastos para poder destinar recursos para apoyar al empleo o conseguir subsidios. Algo extraordinariamente difícil en aquellos momentos para algunos países. La crisis en los países emergentes, digamos, que fue venial. Hemos mejorado en que el crecimiento en los países desarrollados ha pasado de ser negativo a positivo. Pero estas luces también tienen sus sombras: hay países emergentes con dificultades y el crecimiento de los desarrollados se ha ralentizado, por no decir estancado. La situación, es indudablemente mejor, pero las condiciones no permiten alegrías: lejos de desendeudarse (desapalancarse), la economía mundial está ahora más endeudada. El FMI estima que hoy la deuda es de más del 225% del PIB mundial, 12 puntos por encima de la que había en 2009, siendo China la principal culpable de ese crecimiento.
Tanto países desarrollados como emergentes, en esas condiciones, parecen más vulnerables.
Aunque se espera que el crecimiento, en los próximos dos años, sea del 3,9%, es la primera vez, tras la crisis, que se aprecian más riesgos de tener desvíos a la baja que al alza, como ha sucedido hasta ahora.
Creo que en la situación de bonanza que estamos viviendo, hay que aprovechar la posibilidad de recaudar más impuestos, vía incremento de la actividad económica y ser muy prudentes con el gasto, para tener colchón frente a un posible deterioro de la situación económica dentro de unos años.
¿Realmente el colapso de Lehman fue la causa de la crisis? ¿O solo fue un síntoma de la misma? ¿Qué importancia tuvo esta bancarrota?
En la génesis de la anterior crisis, coincidieron muchos errores: los tipos reales muy bajos, aplicados por los Bancos Centrales, estimularon el apetito por el riesgo, para obtener rendimientos razonables en las inversiones, creando finalmente burbujas en bolsa, sector inmobiliario, bonos y materias primas.
En banca, eso llevó a la proliferación de algunos derivados de crédito, participaciones preferentes y concesión masiva de hipotecas con márgenes ridículos y criterios irracionales de concesión, para poder mantener cuota y beneficios, lo que condujo a la gran crisis de crédito, liquidez y financiera que hemos sufrido.
Por si fuera poco, los bancos de inversión aprovecharon triquiñuelas para distribuir activos tóxicos (“altamente rentables”), por el mundo.
Todo ello, aderezado con unos muy bajos requerimientos de capital para la banca, hizo el resto. Lehman solo fue la gota que colmó el vaso, generando un efecto dominó.
¿Cómo se encuentra la economía mundial en estos momentos? ¿Hay riesgos de acabar en otra crisis global?
Estamos en una fase de ralentización, con especial preocupación por algunos países emergentes, a lo que no ayuda ni el Brexit, ni el proteccionismo de Trump, con sus aranceles.
¿Riesgos? Una incógnita es cómo afectará a la economía, en el futuro, los años de mantenimiento de políticas de tipos de interés cero o negativos y la compra masiva de bonos (QE), lo que ha generado inicios de burbuja en algún mercado.
Por si fuese poco, durante la crisis, ha eclosionado un mundo distinto, dominado por lo digital y la tecnología, lo que afectará al empleo.
Ahora, Google, Facebook o Twitter pueden cambiar el voto de los ciudadanos; un ciberataque puede paralizar una industria en segundos. Para hacer la compra no necesitamos ir al super y los viajes o los hoteles me los gestiono desde el portátil, sin intermediarios. La preocupación por el medio ambiente generará cambios en los métodos de las industrias (usar y reutilizar, en lugar de usar y tirar), obligando a fuertes inversiones en I+D+ i y cambiarán los criterios de decisión en los usuarios.
La economía y la sociedad ya han comenzado el cambio y es imparable. A largo plazo solo mantendremos los trabajos que añadan valor, lo administrativo tenderá a robotizarse.
El riesgo de una nueva crisis será para los países que no sepan entender y actuar ante esta situación. Me pregunto dónde se habrá quedado el famoso cambio de modelo productivo que todos reclamábamos para España. Hemos perdido otra gran oportunidad: solo nos preocupa lo que sucederá mañana, no dónde y cómo estaremos dentro de 20 años.
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