Por Aurelio García del Barrio, director del MBA con especialización en Finanzas del IEB
La crisis ‘subprime’ cumple ya 10 años, cuando dos fondos de la gestora estadounidense Bear Stearns se declararon en quiebra el 18 de julio del 2007, incapaces de permitir el reembolso de la inversión a sus partícipes. Fue el inicio de una espiral en la que salió a la luz la situación del sistema financiero, que durante años había asumido riesgos de forma desmesurada y que en una búsqueda del máximo beneficio inundó de activos tóxicos -y de pérdidas- a la banca de todo el planeta.
La crisis de las hipotecas ‘subprime’ tuvo su origen en el mercado hipotecario de EEUU y en la práctica extendida entre los gigantes de Wall Street de crear complejos productos financieros con el riesgo de esos clientes que se hipotecaban. Traspasaban ese riesgo a otras entidades financieras, a cambio de la correspondiente rentabilidad, en una peligrosa cadena que se rompió en pedazos cuando se vio con claridad que quienes contrataron esas hipotecas no las podían pagar.
La crisis de las hipotecas basura de EEUU puso de relieve la importancia de la banca en el engranaje de las economías desarrolladas, mayor aún en una economía globalizada. Si caían los bancos, se evaporaba también el ahorro de sus clientes y desaparecía la vía de financiación de la que dependían familias y empresas.
Mutación Europea
Su réplica europea afloró las debilidades con que se había construido la zona euro, un proyecto en el que habían convergido economías realmente desiguales y en el que no se había previsto qué hacer cuando uno de sus miembros tuviera verdaderas dificultades financieras. La crisis bancaria mutó en la zona euro a crisis de deuda soberana, en la que se puso en cuestión la capacidad de pago de los países más débiles, incluida España, que tuvo su propia crisis de hipotecas basura.
Todas las crisis financieras tienen características comunes. Los bancos invierten en activos de alto riesgo por su alta rentabilidad, que funcionan hasta que alguien dice que son tóxicos y pierden su valor y liquidez. El desencadenante llega cuando la gente pide recuperar el dinero en masa ante la pérdida de confianza y el efecto contagio se acelera. La del 2007 no fue diferente. Empezó con las hipotecas ‘subprime’, se extendió a otros productos y los bancos se quedaron sin capital para absorber las pérdidas.
Lecciones aprendidas
¿Qué lección ha aprendido el mundo financiero? Cuando en el 2008, Lehman Brothers, entidad inversora, se declaró en la quiebra, pareció al principio que arrastraría al resto del mundo financiero al abismo.
En aquella época, el Bundestag aprobó la ley más rápida de su historia: la estabilización del mercado financiero. El mundo no se ha recuperado aún de las consecuencias de la crisis económica, pero ¿ha aprendido del desastre?
A simple vista tenemos una situación más estable en el sector financiero, pero a finales de junio, el Gobierno italiano dio a conocer que se estaban llevando a cabo los trámites de dos entidades, no relevantes para el sistema de bancos regionales. El costo para el contribuyente: 17.000 millones de euros. En España, el Banco Popular, fue vendido en cuestión de horas por la simbólica cifra de un euro, pero sin carga para las arcas públicas.
Solo cuando los activos financieros negativos se inscriban como activos en los balances y se definan las pérdidas, la crisis se podrá dar por acabada, y esto no se sabe aun cuándo sucederá. Los bancos europeos sufren bajo la política del Banco Central Europeo (BCE) de mantener bajos los tipos de interés y la economía del continente es inestable.Por lo menos, los bancos se regulan mejor, gracias a las normas internacionales sobre requerimiento de capital para bancos (Basilea I, II y III).
Los deberes pendientes
Las heridas de la Gran Recesión siguen sin cicatrizar 10 años después del estallido de las ‘subprime’. La precariedad y la desigualdad son las principales consecuencias que hacen las economías vulnerables.
Los gobiernos y bancos centrales de los países desarrollados, principales afectados por la mayor crisis económica desde la segunda guerra mundial, trataron de contener sus devastadores efectos con una batería sin precedentes de medidas de gasto, rescates bancarios, cambios legales, bajadas de tipos y compras de deuda pública y privada. La iniciativa evitó una Gran Depresión como la de los años 30, pero todavía quedan muchas tareas pendientes.
En el 2020, el número de empleados igualará al del 2007 pero habrá 800.000 parados más. En el caso español, el paro es la tarea pendiente más evidente. La economía, que estuvo 48 meses en recesión entre el 2008 y el 2013, ha recuperado en el segundo trimestre del 2017 el nivel de PIB previo a la crisis. Sin embargo, el desempleo está en el 17,22%, lejos del mínimo del 7,93% del 2007 y, según las previsiones del Gobierno, seguirá en el 11,1% en el 2020. Ese año habrá prácticamente el mismo número de empleados que hace una década (20,5 millones), pero 800.000 parados más (2,57 millones).
Como consecuencia, la desigualdad ha aumentado. La renta anual neta de los hogares ha caído un 7% desde el 2008, a los 26.730 euros, lo que ha provocado que el porcentaje de la población en riesgo de pobreza haya subido del 19,8% al 22,3%.
Escaso margen de maniobra
La expansión del PIB gracias a los recortes y las reformas ha permitido corregir en parte esos problemas, pero la delicada situación de las cuentas públicas sigue constriñendo el margen de maniobra. España sigue teniendo el mayor déficit de la zona euro, pese a reducirlo desde el 11,1% del 2009 al en torno al 3% en que acabará este año, y lo que es peor, la deuda pública se ha disparado desde el 36,3% del 2006 y seguirá en el 2020 en el 92,5%.
Las incertidumbres no son pocas; la más clara es la retirada de los estímulos extraordinarios del Banco Central Europeo (BCE). El organismo ha sostenido que los tipos seguirán bajos durante un largo periodo, pero ya ha empezado a dar indicaciones de que podría comenzar a retirar las compras de deuda para evitar una burbuja de activos financieros. Está por ver cómo reacciona la economía del euro a la falta de esas muletas.
Otro foco de riesgo es el auge del populismo político movido por el descontento social.
Y por último, la banca, origen de la crisis, sigue siendo un problema en Europa. Las entidades del continente mantienen aún 109.200 millones de euros en créditos de dudosos cobro, lo que lastra su capacidad de dar créditos y financiar la recuperación. Como ha demostrado la debacle del Banco Popular, muchas entidades todavía tienen que desaparecer, y la regulación de capital y provisiones aún por completar empujará a nuevas fusiones.
En definitiva, si debemos mirar el futuro con optimismo, todavía queda mucho trabajo por hacer para cerrar el capítulo de la mayor crisis desde los años 30.
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