Entrevista publicada en Global Square Magazine.
En pleno centro de Madrid, a escasos metros del Palacio de la Bolsa, se encuentra el Instituto de Estudios Bursátiles. Al adentrarnos en él, observamos cómo los mercados marcan cada segundo con gráficos que se mueven rápidamente, pero enseguida, nos viene un profundo olor a madera que nos hace respirar un ambiente relajado mientras los profesores y alumnos comparten los rincones cruzando ideas y pensamientos con total libertad y cercanía.
El IEB es el primer centro de estudios de España dedicado exclusivamente a la formación en Finanzas. Desde su fundación en 1989 han pasado por sus aulas más de 100.000 alumnos y profesionales que son participes de programas de gran prestigio con grandes alianzas internacionales, ¿cuál aspecto considera clave para el éxito de la institución?
Creo que el principal acierto de los fundadores del IEB fue vislumbrar la necesidad de un centro especializado en materia Financiera. Pero el acierto original no quedó allí: pronto encontraron la conveniencia de impartir Dobles Titulaciones universitarias simultaneando el Grado con un Master (no simplemente dos grados, como en España venía siendo habitual) y también en esto fueron pioneros. Nosotros nos hemos limitado a continuar con su legado, hemos internacionalizado el centro, tratado de mantener la calidad del claustro de profesores y seguimos seleccionando un alumnado excelente.
El IEB siempre ha puesto el acento junto a las finanzas en los valores molares y la ética. ¿Por qué? ¿Cree que es algo que tenderá a perderse y más aún en este sector?
Que el IEB haga hincapié en estas cuestiones es totalmente lógico –y debería ser así en todas las instituciones docentes- pues impulsar un comportamiento honesto es un aspecto nuclear de la formación integral de la persona. Pero en una institución universitaria este componente debería estar más acusado: las primeras universidades, históricamente, se fueron creando alrededor de los monasterios medievales y las catedrales, lugares donde el planteamiento moral era algo esencial.
Por otra parte, no veo posible esa hipotética pérdida de estos valores –tal como se plantea en la pregunta-. Sin duda, el ser humano es capaz de los comportamientos más abyectos, pero también de los más sublimes y creo que, en esa constante tensión de fuerzas antagónicas, la bondad es más fuerte que el mal por ser una tendencia mucho más natural y satisfactoria.
Con su amplia y destacada trayectoria en el mundo del derecho y al frente de una institución creciente como el IEB, ¿cuál es su valor más destacado para llevar a este centro a mejorar día a día y a unirse con las mejores universidades del ámbito internacional?
Sin duda esto es una labor de equipo en la que participan desde mis compañeros hasta los profesores y los alumnos. Los constantes métodos de autoevaluación, la implementación de criterios que mejoren la labor diaria, la autocrítica y el procurar estar en vanguardia respecto a las tareas educativas y de gestión, están siendo factores claves para la consolidación y crecimiento del IEB.
¿Cómo director de un centro financiero pionero a nivel nacional qué opinión le merece la enseñanza en un momento en el cual las clases parecen quedar sustituidas por robots? ¿Cuáles son los grandes retos a los que se enfrenta?
Creo que la indudable utilidad de las nuevas tecnologías nunca logrará sustituir a ese “Factor Humano” que daba título a la célebre novela de Graham Greene. La cercanía del trato con los profesores y la posibilidad de establecer sólidos lazos de compañerismo con otros estudiantes son elementos esenciales de la vida universitaria en los que los robots no tienen cabida.
Conocemos su pasión por el mundo de los clásicos y de los grandes líderes de antaño y sus grandes discursos ¿Qué opinión le merecen los líderes actuales del mundo? ¿Cree que es necesario una mayor enseñanza de historia para evitar caer en los mismos errores del pasado?
Sinceramente, el problema del mundo actual es precisamente la ausencia de líderes. Contamos con personajes públicos solamente preocupados por conocer hacia dónde se mueven las corrientes de opinión para afirmar que las comparten y así aprovechar el viento a favor. Se echan en falta personalidades con fortaleza en sus convicciones y que intenten ser las creadoras de esas tendencias o corrientes de pensamiento.
Isabel de Castilla, los pensadores de la Escuela de Salamanca, Tomás Moro –aunque éste tuvo menos éxito – o, en tiempos más recientes, Winston Churchill o Charles De Gaulle, fueron personajes que no dudaron en enfrentarse al pensamiento dominante y cambiaron la Historia. Y desde luego que, para acertar en el presente y beneficiar el futuro, es muy útil conocer esa Historia. No por ser tan repetida la frase de Jorge Santayana deja de ser cierta: “Aquellos pueblos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Tristemente, parece que en la España contemporánea hay un insano interés en recorrer ese peligroso sendero.
¿Qué opina sobre la Inteligencia Artificial en materia financiera? ¿Y la Globalización creciente? ¿Es importante el factor humano en la economía?
Como comenté anteriormente, todo avance tecnológico debe ser acogido con interés por las ventajas que puede aportar al manejo de la información y a la toma de decisiones; pero estas últimas sólo pueden ser acertadas si se ponderan con otro tipo de datos que únicamente los proporciona el conocimiento humano. Valorar el impacto social, la repercusión medioambiental o la justicia distributiva de las medidas que se adoptan, no son cuestiones que deban dejarse al albur de un mecanismo técnico.
Empiezan a multiplicarse las señales por parte de distintos organismos y agentes económicos internacionales de que podríamos estar en vísperas de otra Gran Recesión. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Confío en que no sean ciertas esas amargas predicciones; pero, si se volvieran realidad, ojalá que –al menos en esta ocasión- en España sepamos anticiparnos para tomar medidas precautorias que atenúen los posibles daños y evitemos las irresponsables improvisaciones con las que se actuó en la anterior crisis. En cualquier caso, lo último que se debe hacer es negar que avanza una galerna cuando en el horizonte se avizoran vientos huracanados.
“El problema del mundo actual es precisamente la ausencia de líderes. Contamos con personajes públicos solamente preocupados por conocer hacia dónde se mueven las corrientes de opinión para afirmar que las comparten y así aprovechar el viento a favor”.
Como persona interesada en la geopolítica y su influencia en la realidad económica, ¿cómo valora el actual momento que atraviesan las relaciones transatlánticas, con el Presidente Trump, el Brexit y el auge de los nacionalismos y populismos condicionando el futuro de la Unión Europea?
A nadie se le oculta que el Brexit es el lamentable resultado de una estúpida y arriesgada apuesta de un Primer Ministro irresponsable. Lo preocupante es que las consecuencias de esa irresponsabilidad británica no nos van a salir gratis al resto de los europeos.
Por otra parte, a mi juicio, el populismo es la errónea respuesta que muchos ciudadanos están dando a comportamientos igualmente erróneos de la burocracia comunitaria. El olvido de los valores que hicieron grande a Europa y que fueron los que inspiraron a los fundadores de la Unión Europea –Schuman, De Gasperi o Adenauer- han convertido lo que pudo haber sido un proyecto vigoroso en una pugna de intereses desnortados.
¿Es coherente la imposibilidad de llegar a una política común en materia inmigratoria con discursos que un día rechazan como erróneo lo que el día anterior se afirmó como beneficioso? ¿Ayuda a la cohesión europea la pretensión de imponer en todos los ámbitos cuestiones como la Ideología de Género, o el Multiculturalismo cuando no son postulados comúnmente compartidos? ¿La Libertad de Conciencia para defender los propios principios ha dejado de ser un valor europeo? Pero lo preocupante es que la reacción ante estas incoherencias sea el germen de la demagogia.
Más grave aún es el resurgimiento de la patología nacionalista. Sorprende que los europeos no hayamos escarmentado tras sufrir los estragos de esa enfermedad política que, por no tener cura, solo admite la terapia de su extirpación mediante las vías legales de las que disfrutan las sociedades libres. La estrategia del apaciguamiento frente al nacionalismo siempre se ha mostrado estéril: el “éxito” de Chamberlain frente a Hitler es perfectamente descriptible.
Y, por último, es habitual introducir dentro de este marasmo geopolítico la personalidad extravagante del actual Presidente de los Estados Unidos. Es fácil y parece obligado lanzar críticas inmisericordes hacia quién absolutamente todas las terminales mediáticas de la corrección política han premiado con el título de “malo oficial”.
Bien es cierto que las formas del personaje deben calificarse cuando menos de peculiares. Pero cualquier observador imparcial debería cuestionarse cuál es esa otra peculiaridad mediante la cual la Primera Potencia Mundial está volviendo a lograr un crecimiento económico espectacular, una política de pleno empleo y –pese a los apocalípticos pronósticos formulados incluso antes de que comenzara su mandato- algún que otro éxito en política internacional –caso de Corea del Norte- que, si lo hubiese logrado su predecesor en el cargo, estaría siendo postulado para una canonización en vida.
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