Por Aurelio García del Barrio, director del MBA con especialización en Finanzas
Los dirigentes del G-20 se reúnen en Osaka los días 28 y 29 de junio, pues Japón ostenta por primera vez la presidencia del G-20, durante la cual se centrará en varias prioridades como el crecimiento económico y la reducción de las desigualdades, unas infraestructuras y una sanidad de calidad, problemas mundiales como el cambio climático y el vertido de plásticos a los océanos, la economía digital y los desafíos del envejecimiento de las sociedades.
Como antesala a la reunión de los Jefes de Estado, los ministros de Economía y Finanzas del G20 ya expresaron en su reunión de Fukuoka (Japón) la preocupación por los riesgos de unas tensiones geopolíticas y comerciales que se han intensificado, manifestando que el crecimiento sigue siendo bajo y los riesgos siguen inclinándose a la baja.
Los ministros de Economía y de Finanzas y los Gobernadores de los Bancos centrales de los estados miembros analizaron la situación de la economía global y han debatido sobre la situación económica mundial, la fiscalidad internacional, los desequilibrios globales, la estabilidad financiera, así como financiación al desarrollo, inversión en infraestructuras y los cambios demográficos.
Uno de los aspectos más relevantes tratados fue cómo abordar de manera conjunta los retos especiales que plantea la fiscalidad de los nuevos modelos de negocio de las plataformas digitales con el fin de asegurar la igualdad de condiciones de competencia en el mercado global, así como una fiscalidad justa y equitativa. Pero en el trasfondo, lo más importante es la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
A las puertas de la reunión de los mandatarios del G-20, los inversores en todo el mundo que han visto pérdidas de billones de dólares de los mercados globales en el último mes, estarán atentos a cualquier interacción entre los dos mandatarios.
Las relaciones se han deteriorado desde mayo, cuando finalizaron las negociaciones comerciales entre Pekín y Washington sin un acuerdo, lo que de por sí limita muchísimo la posibilidad de un pacto arancelario en Japón.
La escalada de aranceles entre EE.UU. y China tiene un trasfondo que va más allá del elevado déficit comercial del que se lamenta Donald Trump frente al gigante chino y que tiene como telón de fondo la disputa por la hegemonía de la economía mundial a futuro y, en especial, por el dominio de la tecnología y las telecomunicaciones. La imposición de aranceles por parte de EE.UU. no afecta solo a China, sino que ha amenazado seriamente a México y a la UE, lo que ha abierto un foco de incertidumbre que ya cala en los indicadores de confianza y de actividad manufacturera, según reconoció Draghi en la pasada reunión del BCE.
El carácter imprevisible de los tuits de Trump y la proximidad de las elecciones presidenciales de EE.UU. en 2020 auguran nuevos episodios de volatilidad y el uso de la política comercial como arma electoral. Es por ello, que no hay demasiadas esperanzas en la cita del G20 en Osaka y que podría ser un primer punto de encuentro y de acercamiento de posturas entre el presidente estadounidense y su homólogo chino, Xi Jinping.
Todo el gobierno de Abe trabaja a destajo para enfrentar el desafío mayúsculo de la diplomacia, lograr que haya un documento acordado, que se avance un paso más de lo que sucedió en
Buenos Aires y que ninguno de los líderes mundiales se vaya de Osaka pateando el tablero de la geopolítica internacional.
Ahora mismo la situación es muy seria y nos enfrentamos a una cumbre del G-20 con una guerra comercial sin precedentes desatada entre Estados Unidos y China que podría complicar todo el desarrollo de la cumbre.
A pesar de que las jornadas previas puedan ser una constante de amenazas cruzadas, cabe la posibilidad de que Trump y Xi alcancen una suerte de pacto de mínimos, con el que al menos apaciguar al mercado y no contribuir a acelerar el deterioro de sus respectivas economías.
El presidente chino ha confirmado que mantendrá una reunión bilateral con su homólogo norteamericano para abordar profundos intercambios sobre relaciones bilaterales y temas de interés mutuo. Siendo las dos economías más grandes del mundo, China y Estados Unidos deben desempeñar funciones de liderazgo en la promoción de resultados positivos e inyectar confianza y vitalidad en los mercados globales.
La sombra del debate por el libre comercio, el aperturismo, el multilateralismo y el cambio climático mezclado con la profundización de la guerra comercial desatada entre Estados Unidos y China puede llegar a convertir la cumbre del G-20 en un verdadero cóctel explosivo. Este será el mayor desafío de Japón, evitar que alguien se vaya dando un portazo como ocurrió en la reunión del G-20 de Alemania, superar un documento lavado como el que salió de Argentina y lograr que cada presidente vuelva satisfecho a casa.
Tribuna publicada en El Economista
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