Por Joaquín Danvila, Responsable de Desarrollo Digital y Formación Online en IEB.
La etapa actual está convirtiéndose en un momento de lecciones constantes, repleto de mensajes claros, y con la posibilidad de enfocarnos en un aprendizaje y adaptación continuos.
En el entorno educativo y de la formación, los cambios presentes con el uso casi obligatorio de la formación y educación online están suponiendo sin duda, una situación de cambio que están viviendo millones de personas y que nos está afectando a casi todos.
Familias con niños en edad escolar conectados, alumnos de Formación profesional con sus ciclos, estudiantes universitarios cursando Grados online y por supuesto recién graduados y profesionales con poca, media o mucha experiencia, formándose a través de un dispositivo conectado a internet. Rara es la persona que no ha vivido de cerca el proceso, directa o indirectamente, en los últimos tiempos.
Y es que la educación y la formación, en general y a todos los niveles, desde colegios e institutos hasta universidades y escuelas de negocio, se ha visto obligada a prescindir de la presencialidad de manera obligada durante las últimas semanas y todos hemos tenido que adaptarnos.
Los expertos llevan tiempo insistiendo en la necesidad de una digitalización del sector, de un aumento de la innovación en capacidades y habilidades de los formadores y, al fin y al cabo, de una adaptación a un entorno cambiante que requiere sin duda una formación más práctica, apoyada en las nuevas tecnologías y con mejoras tanto en contenido como en metodología docente.
Que los niños, los jóvenes e incluso los mayores, hayan tenido que conectarse a sesiones virtuales online de manera obligada por el proceso de confinamiento generado en esta época de pandemia, ha podido llegar a ser duro, pero también ha servido sin embargo para poner a prueba el sistema de la educación y la formación online, un sistema con enorme potencial, capaz de dar una formación de calidad, pero que requiere un esfuerzo importante de adaptación de alumnos, profesores, instituciones educativas y, por qué no decirlo, de la sociedad actual.
Adicionalmente a la necesidad de infraestructura tecnológica para impartir o recibir docencia online, nos hemos enfrentado a la necesidad de tener un nuevo perfil de estudiante más autónomo y responsable, más ordenado y disciplinado, capaz de buscar fuentes fiables y de asimilar conceptos a través de diferentes canales, más colaborativo y más práctico en su dedicación y estudio.
Al mismo tiempo, hemos visto la necesidad que obliga al profesorado a ser capaz de enfocar su docencia desde un punto de vista más práctico, más interactivo, mucho más atractivo y con mayor necesidad de atraer la atención del alumno gracias a la pericia, las habilidades de comunicación y el uso de nuevos métodos y estilos de comunicación y participación.
Y entre todo esto, hemos vivido la capacidad de adaptación al cambio de instituciones, educadores, docentes, directivos y alumnos, a la hora de afrontar estos nuevos retos de digitalización que, por otro lado, han sufrido absolutamente todos los sectores.
Un reto como la formación online, que no debemos tener ninguna duda que ha venido para quedarse, es posible que haya supuesto un “parche de urgencia” en algún caso, dada la cercanía del final de curso, pero está claro que ha demostrado su potencial, ha señalado con claridad sus puntos fuertes y ha llamado la atención sobre sus puntos débiles, al mismo tiempo que ha abierto nuevas oportunidades para hacer de la educación y la formación, un bien más accesible a los diferentes entornos y circunstancias de las personas en la vida actual.
Y es que la formación online, aprovechando bien la tecnología de hoy en día, permite, con rigor y esfuerzo, proporcionar contenido de calidad, favorecer un entorno de aprendizaje real, teórico y práctico,…pero sobre todo permite que una parte importante de la población no vea limitado el acceso a su necesaria formación, por culpa de una distancia geográfica con el Centro Formativo, por una incompatibilidad de horarios derivada de circunstancias personales o profesionales o por imposibilidad de acceso ante las limitaciones físicas de asistencia regular y recurrente a la formación presencial.
La formación online propone una solución al alcance de todos los modelos y circunstancias vitales, el alumno estudia cuándo y cómo puede en función de su situación, dependiendo de su disponibilidad y con una periodicidad completamente adaptada a sus necesidades y hábitos.
El mercado exige a los profesionales estar en continua formación, y es la formación online la única capaz de adaptarse de una manera razonable a la exigencia profesional de hoy en día en dedicación y disponibilidad.
No nos olvidemos que llevamos décadas de experiencia, universidades oficiales llevan ofreciendo el canal online desde hace muchos años, las Escuelas de negocios también. Hay mucho aprendizaje contrastado y esta etapa ha vuelto a acelerar un sector en constante proceso de innovación que lleva creciendo a buen ritmo en los últimos años.
La Formación online ha recibido una experiencia y un aprendizaje en 2 meses, probablemente superior al que se hubiera generado en años ante circunstancias ordinarias, por eso ha llegado el momento de asimilarlo dentro de nuestro aprendizaje continuo.
Los estudiantes y profesionales tienen, descubren y aprovechan más las oportunidades profesionales si están bien formados, con la formación online no hay excusas, independientemente de las circunstancias de cada uno, se puede estudiar formación más básica, más avanzada, un Grado universitario o un Máster, un Curso de especialización o adquirir habilidades para tener más oportunidades en el mercado laboral y profesional actual.
En definitiva, hemos aprendido mucho, nos queda muchísimo por mejorar, pero llegan buenos tiempos sin duda, para la Formación online, algo obligatorio, por cierto, en la tan necesaria digitalización de nuestra economía y nuestro entorno.
Tribuna publicada en La Razón.
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