La prolongación de las políticas monetarias expansivas, que inundaron el mercado con dinero barato para frenar la hemorragia de la crisis, ha provocado un indeseado efecto secundario global. Una gigantesca bola de deuda engorda por minutos y amenaza con provocar un nuevo colapso si el crecimiento sigue perdiendo ritmo.
No es un problema exclusivo de los Estados. Muchas empresas también han aprovechado el grifo abierto para sobrevivir a base de crédito fácil. Un placebo que es pan para hoy y muerte para mañana en el caso de las denominadas empresas zombis, compañías cotizadas que no son capaces de cubrir sus costes financieros con los resultados de explotación, pero que se mantienen en pie gracias al alimento de los bancos centrales. La epidemia de sobreendeudamiento es global. Según un reciente informe de la OCDE, las empresas acumulaban a finales de 2018 una deuda de 13 billones de dólares.
Un sobrevivir a toda costa que perpetúa a empresas y sectores improductivos y castiga a los más competitivos. «Los manguerazos dedinero barato durante años del BCE han permitido que haya compañías sin rentabilidad que sobreviven a base de refinanciar deuda. Afectan negativamente a la productividad del sector privado y suponen una bomba de relojería para el crecimiento económico ante la expectativa de subidas de tipos», explica el director del MBA con especialización en Finanzas del IEB, Aurelio García del Barrio.
«La crisis ha dejado a miles de empresas en Europa con un elevado endeudamiento que aún ha crecido más gracias a nuevos acuerdos de refinanciación con los bancos o ampliaciones de capital a la desesperada. De momento, se ha evitado el impacto de las quiebras de estas firmas, pero afectan a la economía real porque tiran a la baja los precios en su sector, crean barreras de entrada para competidores sanos y dejan de afrontar pagos a los proveedores», explica el profesor del IEB.
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