Hace ahora siete años, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, pronunció su mágica frase: «Haré lo que sea necesario». Apenas cinco palabras con las que consiguió salvar el euro. Porque ese era el objetivo de la institución allá por 2012 cuando inició una senda de bajada de tipos de interés y otras medidas de estímulo nunca vistas. Los beneficios de aquella política aún se ven hoy: hipotecas baratas, desahucios a la baja, morosidad descendente… Pero los bancos llevan advirtiendo varios meses de que no pueden resistir con el precio del dinero al 0% e incluso por debajo, como el euríbor, al -0,28%.
Aunque todo depende del prisma con el que se analice la realidad, las consecuencias de las medidas del banco central fueron positivas durante una primera fase, la que duró la recesión y posterior recuperación; y se atisban ahora inconvenientes porque siguen en pie, pero ya no con aquellas metas para las que fueron ideadas. La banca ganó, pero ahora a la vez se queja; los clientes también han resultado beneficiarios de aquella situación. Aunque no todos. “Aquellos estímulos del BCE ahora ya tienen un efecto limitado”, explica Francisco Uría, socio de servicios financieros de KPMG.
En ese mismo sentido se pronuncia Alberto Blanco, profesor del Master en Bolsa y Mercados Financieros del IEB. “Esta política tenía como objetivo ayudar a las entidades a sobrevivir tras la quiebra de Lehman, pero ya deberían haber sido retiradas”. Uría considera que los tipos al 0%, las facilidades de depósito o la compra masiva de deuda por parte del BCE “actúan ahora en la medida en que la banca puede dar más crédito, se ha estimulado la economía, con lo que ello conlleva para el paro o la propia actividad, y se ha reducido la morosidad”. “Pero -aclara- esas políticas no ayudan sobre el pasado que pesa” sobre el sector bancario. A juicio del profesor Alberto Blanco, con el escaso margen de intermediación de la banca -la diferencia entre lo que cobran por prestar y lo que pagan- “convierte esta actividad en no rentable”.
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