Por Miguel Ángel Bernal, Profesor y coordinador del Departamento de Investigación del IEB.
La economía española necesita unas reformas totalmente necesarias y severas sobre aspectos que son ya ineludibles e inaplazables. Me atrevería a decir integrales. Ha habido reformas en previsión social o pensiones, financiación territorial o política energética entre otras. Pero quizá la más importante es la del mercado laboral, una preocupación que se cuela en las encuestas como una de las principales inquietudes, si no la que más.
El Gobierno saca pecho con los datos conseguidos en materia laboral. El orgullo que esgrime no aguanta un análisis detenido, las cifras esconden la vergüenza. Vergüenza que acompaña a la precariedad, temporalidad, sueldos tercermundistas, imposibilidad de los jóvenes de encontrar trabajo, el efecto expulsión para los parados mayores de 48 años y con una antigüedad superior a los dos años sin empleo…
Hay por supuesto un tremendo baile de disfraces. Me pregunto qué es si no esa imagen extendida de los falsos autónomos. Se oculta que la mujer no solo lo tiene más difícil para encontrar trabajo, sino que además se la remunera menos que a los hombres. Contratos de becarios para hacerse cargo de la sala de máquina de algunas empresas: los botones de la fotocopiadora.
Empezar desde abajo
La reforma, analizando otros países, debería empezar desde la base, la educación. Los países con mejores niveles reconocidos de educación y formación se preocupan de que no haya abandonos escolares. Se sigue y se estudia la razón de los abandonos escolares. Al llegar a una edad comprendida entre los catorce y los dieciséis años se busca la empleabilidad. Para ello se potencia y se dota de medios a la formación profesional, una formación que en muchos casos es dual. Ya saben, el modelo alemán, donde además de una formación con presencia, seguimiento y práctica de los alumnos en las empresas, al final la mayor parte conseguirán un empleo.
Por supuesto hay que ver la universidad, el paraíso de los mamuts llamados catedráticos y sus reinos de taifas. Una universidad, la española, cuyas facultades no figuran en las 200 principales de mundo; también es una de las más caras del mundo. Bueno, si se sacaran ratios de rentabilidad o eficiencia entre el coste de un universitario y su puesto de trabajo podríamos llevarnos una sorpresa mayúscula. Una universidad que al ser tan inmovilista, con tanto reino de taifas, impermeable a la participación desde fuera, deja puestos con necesidad formativa sin cubrir. Lo que es peor, expertos en contratación nos alertan de que numerosísimos puestos de trabajo en el futuro se quedarán sin cubrir por falta de personal cualificado.
Una de las soluciones pasa por la simplificación de los contratos, hablando de forma genérica y no para determinadas actividades. Estos tres contratos serían: becario o formativo, trabajador dependiente y el último por obra o finalización de actividad. En este momento los más de 40 posibles contratos, la más que permisiva forma de contratación permiten las casuística que lo único que genera es precariedad. ¿Alguien es capaz de explicar que en 2016 se firmaran prácticamente 20 millones de contratos y en el año recién concluido 27 millones de contratos? Los contratos firmados están prácticamente o se aproximan a la cifra de la población activa. Sería muy bueno que cuando vieran a la que califican de ministra de Empleo alguien le preguntara cómo son posibles estas cifras y si tiene que ver con la precariedad y los escuálidos salarios de los trabajadores.
Ya que hablamos de contratos, otra de las contribuciones sería la reforma de los autónomos. Hay que suprimir, perseguir y castigar el tema de los falsos autónomos. Esta modalidad, les recuerdo, no es más que obligar a un trabajador dependiente a establecer una relación mercantil y no laboral; algo que se consigue si el trabajador se da de alta como autónomo. ¿Les suenan los temas de Deliveroo y sus repartidores, actualmente en los tribunales?
Hay que potenciar el movimiento de los trabajadores para cambiar de empresa y una formación continua de los mismos. Claro, formación que no sirva para que los dos sindicatos mayoritarios en España se enriquezcan. Vaya vergüenza de sindicatos que dicen ser de trabajadores! Para ello la denominada mochila austriaca, una previsión unida a la vida laboral y condiciones del trabajador que sobrepasa el ámbito contractual trabajador y empresa. Unas cantidades que para propiciar la movilidad podrían aumentar mediante aportaciones del Gobierno cuando una persona cambie de empresa. Podrían ser utilizadas por el trabajador para incrementar su formación, estando una gran parte del coste formativo pagado por el Estado o la Comunidad Autónoma.
Por supuesto no olvido la necesidad de reforma total y absoluta de los llamados servicios de empleo públicos y que no son más que registradores de desempleados. No pueden ser sólo oficinas de registro, algo que a un registrador de la propiedad en función de presidente de Gobierno le gustará, sino que deben ser el germen de la empleabilidad y la adaptación de la fuerza laboral, todo ello incrementando la utilidad para los parados de larga duración.
Como se puede contemplar por la exposición, basada en lo que se hace en otro países, es algo más que una reforma lo que se requiere. España necesita desmoronar el actual marco laboral y construir otro tal y como otros países lo tienen.
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