Por Miguel Ángel Bernal Alonso, profesor y coordinador del departamento de investigación del IEB
Según vamos dejando atrás los tiempos extraordinarios de la crisis, comenzamos a encontrarnos una cierta normalidad. Una de esas rutinas del pasado, como son los movimientos corporativos, parece que vuelve a aparecer ante nuestras retinas. El último, valga como ejemplo, concierne a la opa de la italiana Atlantia sobre Abertis.
Lo cierto es que, hasta el momento, al menos aquí en España, esas operaciones se habían producido tan solo en activos que vienen a denominase en inglés deep value, en castellano, diríamos activos con un fuerte descuento en su precio. Muchas de esas operaciones están vinculadas a lo que algunos dicen que son los fondos buitre. Entiendo que en una visión rápida se acoja esa terminología, aun cuando no sea del todo cierto. El ejemplo que rápidamente nos viene a nuestra memoria no es otro que las innumerables compras de créditos fallidos a los bancos, por supuesto también los innumerables inmuebles de los que los bancos se han desprendido. Aun cuando parezca una anécdota, que cada vez sea más reducido el nicho de estas operaciones de deep value es importante para entender lo que está ocurriendo.
Ahora que todo parece indicar que la crisis se deja atrás, las oportunidades de adquirir gangas o activos con fuertes descuentos va disminuyendo en todos los países, pero especialmente en los que han sido más golpeados por la crisis.
El agotamiento de esas oportunidades ligadas, insisto, a gestores deep value, va dejando paso a operaciones más corporativas. Son ya las propias compañías las que al disminuir el riesgo comienzan ya los movimientos corporativos. Encontramos aquí la primera razón que nos indica que, de forma leve, pero yo estimo continuada, vamos a desayunar más de una mañana con titulares en este diario de anuncios de intenciones para llevar a cabo algún movimiento.
En Europa, además, la salida de la crisis se está dilatando más que en los Estados Unidos. En aquel país además, los movimientos han estado muy centrados en la tecnología. Todo lo que tiene que ver con internet, redes virtuales y demás; es decir, las derivaciones del avance en la tecnología relacionada con Silicon Valley. En Europa ese mercado es más residual y no acapara tanto la importancia que tiene en Norteamérica. Sin embargo, las empresas de lo que denominaríamos economía más tradicional, han estado mucho más paradas en estos movimientos. Por tanto la finalización en Europa de la crisis y ya en vías de una normalización, produce un efecto de aceleración, quizá de eclosión, de estos nuevos movimientos. Debemos pensar que no solo es quitarnos la incertidumbre y las dudas, sino que las cuentas de resultados comienzan a equilibrarse y estabilizarse. Ese equilibrio lleva precisamente a que consejos de administración y los estatus de gestión más altos comiencen a pensar, no en términos de supervivencia, sino de estrategia de la economía.
Estoy convencido además, que muchos pensarán, correctamente por cierto, que movimientos corporativos sí que hemos tenido, ciertamente centrados en el sector crediticio. Totalmente cierto, ahora bien, esos movimientos eran forzados por una crisis sin precedentes en casi cien años, pero el hecho es también significativo. En este momento leemos cómo grandes constructoras comienza a hablar de fusiones, incorporaciones a la matriz de empresas del grupo y demás movimientos. Lo que vemos es lógico pues el sector constructor y de las grandes corporaciones ha sido, juntamente con la banca, el más castigado en Europa. Primeramente han sido los bancos, dado el apoyo estatal y del banco central de cada área, que han ido reestructurándose, ahora les toca a estas empresas comenzar a mirar más allá de su supervivencia. Creo que en breve, más allá de lo que ahora son acercamientos y conversaciones, veremos movimientos, y de calado, en este sector.
Por cierto y ya que me he referido a la crisis, también debemos fijarnos en lo que está ocurriendo con el área euro. Si la crisis hizo a muchos demonizar la Unión Europea, esa visión está ahora mucho más difuminado. Sí se siguen teniendo dudas peo cada vez, esa visión es más tamizada. El Brexit lejos de dinamitar la labor de tantos años, parece todavía de forma aún incipiente, haberla reforzado. Por otra parte ese refuerzo es aun más solido con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, así como la irrupción de Macron a la presidencia de Francia. Cuando se aleja la incertidumbre sobre las fronteras comunes, se están propiciando movimientos transfronterizos. Precisamente eso es lo que acabamos de ver con el ejemplo, ya nombrado, de Abertis. Es por tanto otro empujón para ir normalizando la situación.
No debemos olvidar tampoco la expansión internacional de las empresas chinas. No es que hayan desaparecido los inversores chinos durante la crisis, todo lo contrario, pero el cambio de modelo en el país asiático conlleva nuevos movimientos. La internacionalización de las empresas chinas ya no se basa en un modelo de ventas, sino en la presencia permanente de sus corporaciones en otros países. Esta nueva situación propiciará, con toda posibilidad, nuevos movimientos de adquisición especialmente en algunos sectores estratégicos para ellos.
Es evidente que hay más razones que las referidas, pero son un ejemplo de que es en este momento donde, cerrada la crisis, se vuelve a dar el caldo de cultivo para esos movimientos corporativos.
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