Por Javier Niederleytner, profesor del Máster en Bolsa y Mercados Financieros.
Antes de empezar a construir una cartera de Renta Variable cualquier inversor debe plantearse cuál es el objetivo que busca, asociado fundamentalmente a dos variables, el riesgo que se quiere asumir y el horizonte de la inversión.
Esta segunda variable determinará en gran medida ese riesgo del que hablamos. Si elegimos un horizonte de inversión a largo plazo, esto nos va a determinar, que a la hora de seleccionar las compañías en las que vamos a invertir, veamos en ellas potencial de beneficios a lo largo de los años, siendo conscientes de que, en periodos de tiempo determinados, las cotizaciones pueden sufrir bajadas. De hecho, un inversor a largo plazo no debería estar muy “pegado» a las pantallas.
¿Cómo seleccionar esos valores?
El análisis fundamental va a determinar cuáles son esos valores que debemos incluir en nuestra cartera, y deberemos tener obviamente en cuenta la consistencia de la cuenta de resultados, es decir, los beneficios que obtiene la empresa, intentando hacer una proyección de los mismos en un horizonte temporal determinado, así como la fortaleza de su balance, teniendo en cuenta como uno de los aspectos fundamentales el nivel de endeudamiento.
Muchos inversores buscan en estos valores un reparto de dividendos, que puede ser en especie (nuevas acciones), o dinerario. Si el objetivo es crear un ahorro a largo plazo, es mejor que la empresa nos asigne nuevas acciones, pues evitaremos el pago de impuestos que presentan los dividendos en metálico, y lo diferiremos al momento del tiempo que nos sea más idóneo. La retribución en acciones se llama “script dividend”. Si el objetivo es complementar nuestras rentas, buscaremos reparto de dividendo monetario.
Este reparto de dividendos está tomando auge hoy en día entre inversores conservadores, pues presentan una alternativa a la rentabilidad cero de los depósitos. El objetivo es crear una cartera diversificada con los valores del mercado (y no solo españoles) cuyos beneficios son recurrentes y sus dividendos también. Pensemos por ejemplo en el sector utilities.
Las principales casas de valores, nos proporcionan ese análisis fundamental, lo que simplificará nuestra decisión de incorporar dichos valores en la cartera. Dentro del gran universo de valores que contemplemos, seleccionaremos, en base a nuestra propia aversión al riesgo, los valores que incluiremos en esa cartera.
Si invertimos con el criterio comentado de un horizonte temporal a largo plazo, el precio no será tan esencial, pero por supuesto es importante. Debemos utilizar para ello el análisis técnico, aunque utilizando gráficos de largo plazo.
Si por el contrario nuestro horizonte temporal es de corto plazo, es decir, buscamos operaciones de compraventa en cortos espacios de tiempo, el precio es determinante, y el análisis fundamental cede todo su protagonismo al análisis técnico. La selección de valores pasa a segundo plano, aunque también en base al riesgo que queramos correr, elegiremos unos valores u otros.
El análisis técnico es mucho más complejo, y aquí deberemos contar con un buen asesor, o haber realizado cursos especializados. Por supuesto, deberemos ser especialmente rigurosos en la aplicación de stop-loss, para cortar pérdidas en caso de que los mercados no se muevan en la dirección deseada.
El riesgo que queremos asumir, determina que valores elijamos para nuestra cartera. Podríamos establecer en base al análisis fundamental que hemos realizado, valores de riesgo extremo (son los denominados chicharros), que son empresas normalmente con dificultades financieras, apostando por su recuperación.
Valores de riesgo medio, cuya volatilidad es alta, esperando retornos elevados, pero siendo conscientes de que pueden sufrir fuertes variaciones. Son valores relacionados con la tecnología, la construcción y, hoy en día, también quizás los bancos.
Por último, valores de riesgo bajo, empresas de tipo farma o utilities, con baja volatilidad, lo que significa que no tendremos grandes retornos, pero tampoco grandes sustos.
Un aspecto que todo inversor debe tener en cuenta es la diversificación. Se debe tener una cartera diversificada, sea cual sea el perfil de cada uno, con el objetivo de limitar nuestro riesgo. Nos podemos encontrar que, aunque tengamos confianza plena en determinados valores, se pueden dar situaciones adversas en la empresa (profit warning o alerta de beneficios) que podrían perjudicar su cotización. Además, en un entorno globalizado como el que tenemos, es muy fácil acudir a mercados extranjeros para obtener valores con potencial.
En cuanto a los valores que deben componer nuestra cartera, no hay una regla específica, y un aspecto a tener en cuenta para una buena diversificación es la correlación entre los valores. Por ejemplo, no estamos bien diversificados si nuestra cartera tiene 5 empresas petroleras, porque si el petróleo sufre, quizás las cinco empresas podrían bajar.
Como conclusión yo destacaría que antes de lanzarnos a invertir en bolsa debemos prepararnos, o contar con un buen asesoramiento. La bolsa con disciplina y conocimientos, presenta hoy en día una de las pocas posibilidades de rentabilizar nuestro dinero.
Tribuna publicada en Funds People.
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