Por Javier Amo, director del Máster en Bolsa y Mercados financieros.
Debido a las dificultades que sufren las Bolsas de valores a la hora de atraer empresas bajo su manto de contratación, sobre todo ante el peso de la regulación a la que estaban sometidas, les resultaba más atractivo recurrir a modalidades como el capital riesgo o el venture capital.
Estas situaciones y algunas más cuestionan el modelo futuro de las Bolsas de valores como paraguas para las empresas que quieran diseminar su accionariado. En un entorno tan difícil como este, las Bolsas deben buscar nichos innovadores que vengan a cubrir situaciones nuevas e incorporarlas a su catálogo de productos.
En ese aspecto, BME ha estado intentando abrir nuevos nichos creando plataformas y mercados innovadores, pero con distintos resultados, siendo algunas de ellas éxito de crítica y fracaso de taquilla, como los casos de Latibex, o el mercado de fondos de inversión que no llegó a funcionar, a otros que sí han calado en los mercados como el MAB, el MARF y quien sabe lo que ocurrirá con el futuro mercado de intercambio de divisas en el que se está trabajando.
En cuanto a los productos, nos encontramos que las sicav están en franca retirada ante su indefensión jurídica y por el contrario, las socimis (basadas en el funcionamiento de los REIT americanos) están teniendo un éxito notable.
Y puestos a innovar, un vehículo que está teniendo un crecimiento notable en los mercados y especialmente en el NYSE (aunque Euronext ha listado ya alguno): podríamos hablar de los SPAC (Special Purpose Acquisition Company) como un nuevo producto a considerar a la hora de abrir nuevas posibilidades a los inversores.
Este producto vendría a ser esencialmente una compañía creada tan solo con el propósito único de reunir el capital suficiente para luego realizar una fusión o adquisición con otra compañía ya existente o para cualquier oportunidad futura de compra. Por tanto, estaríamos hablando de una shell company o compañía instrumental, que no tiene actividad ni operación alguna.
Obviamente, lo promueven grupos especializados en una industria o sector particular, para buscar oportunidades en nichos muy concretos en los que tienen una gran experiencia. El dinero queda retenido en una cuenta de la cual los promotores no pueden disponer salvo para realizar inversiones en el sector prometido (con autorización previa de los inversores), y si no lo consiguen tras transcurrir un plazo acordado, devolver el dinero a los inversores liquidando la compañía.
En el modelo imperante en el mercado americano, el grupo promotor generalmente no tiene remuneración ni gastos, pero a cambio recibiría un porcentaje que puede llegar hasta el 20% de la compañía adquirida, careciendo de derechos en caso de que al final se disuelva el vehículo, sin haber conseguido ninguno de los objetivos.
¿Cuáles serían las ventajas de un vehículo de estas características? Desde el punto de vista del inversor, permitiría el acceso a operaciones tipo capital riesgo, leveraged buyout (compra apalancada), etc., que quedan fuera del alcance del pequeño inversor particular (si bien ya hay un ETF que invierte en operaciones de estas características y al que puede acceder el inversor minorista).
Desde el punto de vista de la compañía adquirida también tendría grandes ventajas, como un incremento del valor de la compañía, así como el principal, que sería el lograr cotizar en Bolsa de forma muy barata y rápida, porque el SPAC adquirente ya estaría cotizado; la empresa adquirida sustituye luego al SPAC.
Pero también hay que considerar algunos aspectos teóricamente negativos. En primer lugar, supondría una especie de cheque en blanco a los promotores para adquirir compañías de las cuales, en principio, el inversor desconoce todo; de hecho, estas compañías también se denominan en el argot blank check companies (compañías cheque en blanco). En una regulación proteccionista con el pequeño inversor, como es el caso de la imperante en España, podría suponer una filosofía demasiado agresiva, y un producto de estas características necesitaría la consiguiente adaptación.
Por otro lado, también presentan un aspecto cuestionable, con críticos que mantienen que esto podría suponer un coladero para que las empresas comiencen a cotizar en las Bolsas sin el mismo escrutinio previo al que se ven sometidas el resto de las empresas que salen a cotizar, con el consiguiente riesgo teórico para los inversores.
Aunque es un producto maduro en los mercados americanos, la mayor operación planteada hasta el momento es la de la aseguradora Multiplan, que ha llegado a un acuerdo con un SPAC para salir a cotizar por un valor de 11.000 millones de dólares.
En definitiva, no pensamos que sea un producto accesible para todos los inversores, pero con las ventajas que hemos comentado, tanto para inversores como compañías, sería un vehículo adecuado para que los mercados bursátiles pudieran combatir la aridez del mercado de OPV, facilitando al mismo tiempo, nuevas alternativas de inversión tanto al mercado institucional como al del inversor particular.
Tribuna publicada en Cinco Días.
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