Por Ignacio Fuertes Aguirre, socio y responsable de trading de Rentamarkets; y profesor del Master en Gestión de Carteras.
Si hubiera que seleccionar la medida de precio más importante de una economía, sin duda alguna, esta sería la del tipo de interés real. En base a esta magnitud, los consumidores deciden cuándo comprarse una casa o pedir un préstamo al consumo. Las empresas disponen de préstamos para ampliar inversiones o recomprar acciones, mientras, los gobiernos y bancos centrales establecen políticas fiscales y monetarias. Como lo define la Reserva Federal, el tipo de interés real es un factor crítico en cada decisión que han de tomar hogares, empresas y gobiernos a la hora de determinar el momento de acometer inversiones o gastos. En definitiva, es el precio del dinero.
El tipo de interés real establece el poder adquisitivo real que nos aporta una inversión una vez detraído el coste de la inflación. Esta medida, además, puede usarse para comparar diferentes clases de activos de los que podamos extrapolar un tipo de interés de retorno (bonos, alquileres, beneficios empresariales, etc.).
En base a los rendimientos nominales y reales de los distintos activos, desde Rentamarkets concluyen que los tipos de interés reales muestran actualmente un perfil de retornos implícitos asimétrico. Así, los bonos en Europa están excesivamente caros, tanto en términos nominales como reales, la renta fija emergente parece la más atractiva en términos relativos, el high yield tiende hacia su nivel histórico del 10% y la bolsa europea es la más atractiva en términos de retorno/riesgo. En cuanto al mercado inmobiliario, está caro a nivel global, y en especial en los mercados emergentes.
Evolución de los tipos de interés reales
Actualmente los tipos reales en EE.UU. se encuentran prácticamente en cero. El tipo real medio, en entornos de inflación de entre el 2% y el 3%, es del 2.55%. Dado que las normalizaciones de tipos reales son rápidas y elevadas en magnitud, la vulnerabilidad de la renta fija es evidente. En Europa y Alemania, la situación es, si cabe, mucho más preocupante. Pocas veces en la historia nos encontramos con tipos reales tan negativos, y siempre van ligados a periodos de hiperinflación (guerras napoleónicas, 1ª y 2ª guerra mundial).
Los años de intervencionismo y de políticas monetarias no convencionales en Europa han distorsionado las distribuciones, alejándolas de una normal. Nunca antes han estado los tipos reales tan caros en Europa y Alemania. Las palabras de Alan Greenspan (economista estadounidense y presidente de la Fed entre 1987 y 2006), ahora hace un año exactamente, parecen más que justificadas: “Actualmente y de acuerdo a cualquier magnitud, los tipos de interés reales a largo plazo se encuentran en niveles extremadamente bajos y por lo tanto no son sostenibles”.
Existe una evidencia histórica sólida que justifica esta afirmación. De hecho, y a pesar de que los tipos de interés nominales han corregido ya 70 puntos básicos desde agosto del 2017, los tipos reales siguen anclados en torno al 0% debido al alza de la inflación.
Desde las palabras de Greenspan, la Fed ha incrementado en 75 puntos básicos el precio del dinero (frente a los 120 puntos básicos que ha aumentado la inflación). La normalización de políticas monetarias a nivel global es ya una realidad. La Reserva Federal reducirá a partir de octubre su balance en 50.000 millones de dólares, lo que añadirá presión y generará un balance negativo de QE a nivel global a partir de comienzos de 2019.
La situación actual nos recuerda en cierta medida a la oportunidad que vivimos durante 2011 y 2012, cuando activos colateralizados de primera calidad, como cédulas y titulizaciones hipotecarias, cotizaban a 50 céntimos el euro y en aquel momento el mercado desestimaba. En los dos años siguientes probaron ser una ocasión única en términos de rentabilidad/riesgo y en especial dada la asimetría que sus retornos potenciales mostraban. Recordemos una vez más que una vez los tipos reales hacen suelo, las vueltas (normalizaciones) se producen rápidos y en magnitud.
Las valoraciones actuales de los tipos de interés, especialmente en Europa, presentan una oportunidad única. Una oportunidad como esta se presenta una vez cada cien años, como hemos visto, y en la mayoría de las ocasiones el mark to market a corto plazo, la lentitud a la hora de materializarse o el sentimiento de mercado, nos impide aprovechar.
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