¿Truco o trato comercial?

Por Miguel Ángel Bernal, profesor y coordinador del Departamento de Investigación del IEB.

Trick or treat?; en castellano: ¿truco o trato? Ésa es la frase que por penetración de la cultura norteamericana, especialmente gracias al cine, en todo Occidente sabemos que es la que más se repite en la noche de Halloween. Los niños de aquel país, como saben, van de puerta en puerta de su vecindario llamando al timbre de las casas. Con esta pregunta dan un ultimátum a sus vecinos conminándoles a darles unas chucherías para no ser presas de un susto. No es más que una forma infantil e incluso divertida de sacar unos caramelos al barrio. Todos entendemos, salvo en las películas de terror, que no es más que una juego y no una amenaza.

Surge esta imagen con motivo del anunciado peligro de que la posibilidad de adoptar aranceles por la Administración americana se generalice y termine en una guerra comercial. Una posibilidad, coincidimos todos, que podría degenerar peligrosamente en una guerra comercial. Yo mismo en este tribuna he escrito sobre este tema, el de las consecuencias de un conflicto comercial. Una posibilidad ésta que, como comenté en su momento, tendría unas consecuencias letales, tal y como demuestra la historia económica.

Estoy de acuerdo que Donald Trump no es un niño y la amenaza de una guerra comercial da como mínimo escalofríos. Bien es sabido que el electo presidente americano tiene personalidad tremendamente impopular dentro y fuera de sus fronteras. Sus formas, más propias para lo acostumbrado de un western que de un presidente de la todo poderosa primera potencia mundial, no levantan cariño ni es fácil explicarlas. Ahora bien, algunos intentan negar inteligencia en Trump, algo que algunos no compartimos en absoluto. Abordemos, por ello, el asunto de los aranceles, aunque teniendo presente la personalidad del presidente electo, puede que estemos ante una treta de Trump para sentar a negociar a algunos que no desean negociar.

En innumerables ocasiones y desde sectores muy diferentes y variados puntos geográficos se ha hablado y barajado la necesidad de poner aranceles y medidas proteccionistas frente a las economías emergentes. Muchas veces el visor se ha dirigido a China aunque no es el único país criticado, hay más, muchos más. Aquí en la misma Europa, sin ir más lejos, no sé las veces que habrán oído la necesidad de poner aranceles o cupos a las importaciones de cemento y otros productos que provienen de alguno de los países criticados. Sin embargo no se ha hecho nunca nada ni siquiera negociar, tan solo parlamentar.

Me llama la atención que se hablen de condiciones laborales de semiesclavitud en algunos países, los cuales debido a estas prácticas compiten descaradamente y con ventaja en precio con los productos que se importan desde allí por los coste laborales. Más poderosa es la descarada violación de patentes y registros industriales o de la propiedad intelectual que sistemáticamente realizan algunos países y que quedan impunes. No hablemos de la negativa para que capital de inversión extranjero entre en sus fronteras, pero que ellos exigen la apertura de fronteras para los productos fabricados dentro de sus fronteras.

El presidente Trump y su equipo económico recibieron un informe del Departamento de Comercio sobre determinadas prácticas de algunos países en materia de importaciones a EEUU. Se pedían medidas para solucionar los problemas que genera una competencia desleal. Unas decisiones que fueron apoyadas por multinacionales americanas, incluso por empresas europeas que tienen allí centros de producción. Todos ellos recomendaron la adopción de medidas para corregir prácticas que deforman el libre comercio.

Hay que señalar que el informe aludido no cargaba las tintas sobre países que juegan limpio y de acuerdo a las normas internacionales, sino contra aquellos donde esa limpieza es cuestionada.

Ante este informe, Donald Trump comenzó a mover ficha buscando sentarse para negociar unos normas que no rompan el libre juego de la libertad económica y especialmente la comercial. Fruto de ello, y como conocen, salió la idea de adoptar aranceles y otras medidas punitivas a la importación de acero y aluminio a EEUU.

Sin embargo, el presidente y su Administración rápidamente comenzaron a perfilar su estrategia y el alcance de las mismas. Para comenzar Washington dejó sin aplicación estas medidas para dos de sus tres principales importadores de acero: Canadá y México. Representantes de la administración americana los dejaron sin efecto pues, según su propias palabras, estas medidas se estaban negociando ya en el TLCAN, Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La medida no es gratuita, la adopción de estas medidas punitivas se suspendían por estar tratándose en ese nuevo acuerdo.

La cuestión del daño que determinadas actuaciones y formas de proceder provocan en el libre comercio y a países como EEUU, Reino Unido o Europa está siendo abordada directamente por el presidente Donald Trump. Es algo que viene recogido en su programa, del cual hasta ahora no se ha apartado. Podemos estar de acuerdo o no en su forma de actuar, ya saben: amenaza en Twitter, anuncio de la Administración, moderación de las premisas inicial, negociación. Una forma de actuar que parte de algo muy conocido, la negociación desde posiciones de fuerza, si bien buscan sentar y hacer dialogar a su oponente. Pueden ser torpes o inapropiadas las formas, pero nadie puede negar la necesidad de abordar ya estas cuestiones.

 

Tribuna publicada en El Economista