Por Miguel Ángel Bernal Alonso, profesor y coordinador del Departamento de Investigación de IEB.
La economía española, después de haber dejado atrás las crisis económica provocada por el pinchazo de la burbuja crediticia, sigue dando muestras de un sólido crecimiento. Son ya varios los años de fuerte crecimiento. En este 2017, aún cuando se barajaban escenarios de una cierta ralentización, todo parece nuevamente indicar que no va a ser así y que volveremos a crecer en dígitos muy parecidos a los de años precedentes. Detrás de este crecimiento está sin lugar a dudas tres hechos totalmente exógenos a la política económica del gobierno.
En primer lugar los tipos de interés tan bajos propiciados por la política monetaria y que para un país que sigue muy endeudado es un maná venido del cielo. La rebaja de los intereses permite a familias y empresas amortiguar la caída de las rentas, incluso comienza a permitir un mayor ritmo de crecimiento de la demanda. Pensemos que aún cuando el sector privado ha ido reduciendo a un buen ritmo los niveles de endeudamiento; esta reducción se ha visto neutralizada por el fuerte ascenso de la deuda pública. Ese ascenso de la deuda está siendo muy poco dañino, dado que la factura por el pago de intereses es muy baja. Como vemos, los tipos tan bajos han sido un importante apoyo al crecimiento, ahora bien, el crecimiento del endeudamiento del gobierno en el futuro podría frenar el crecimiento. ¿Qué pasará cuando los tipos de interés comiencen su normalización? Recordemos que la ratio deuda pública sobre PIB sigue siendo del 100 por cien y es posible que en breve se sobrepase. Estos niveles lastran el futuro del crecimiento.
El segundo efecto que nos ha permitido el impulso es la caída del crudo. En un país dependiente prácticamente al cien por cien de las importaciones de petróleo, la caída nos ha supuesto una contención de los costes energéticos, lo que redunda en que ese ahorro pueda destinarse a amortizar préstamos o a incrementar el consumo en otros productos. Además como no del efecto beatífico que está teniendo en la balanza comercial, la cual sin esa caída del crudo no arrojaría los datos tan positivos que tiene. No entra en mis provisiones un ascenso, al menos considerable del precio del crudo, sin embargo España tiene una necesidad imperiosa de aclararnos sobre el modelo energético.
El lio en el que estamos inmersos es considerable. Prácticamente todas las semanas hay noticias sobre demandas por primas de renovables, subidas escandalosas del precio de la luz, freno a proyectos de generación eléctrica, recargos estatales en el recibo de la luz,… Desde hace mucho tiempo, España no tiene un modelo energético estable y sostenible, nos hemos acostumbrado a que los consumidores paguen los platos rotos de una pésima planificación. Este es otro punto que, después de la crisis, España debe abordar con rapidez y buen hacer.
Cómo no, el tercer factor, también exógeno, son las condiciones extraordinarias que han catapultado a nuestra industria de turismo. Los datos de visitantes, ocupación, gasto,… nos muestran este renacer de una actividad que hoy por hoy sigue siendo básica para nuestro país. El fuerte incremento de la actividad turística está detrás, en buena parte, de la recuperación del mercado laboral. La mayor parte de las nuevas contrataciones son fruto del sector servicios, donde la hostelería acapara una buena parte de ellos. Pero hasta aquí la alegría, el turismo baja el número de parados pero el empleo que crea, tal y como vengo sosteniendo en estas páginas, es precario. Salarios bajos o muy bajos, contratos parciales, temporalidad extrema, baja cualificación; todas estas características son las que presentan los trabajos ligados al turismo.
Es más, se comienza a percibir una saturación y efectos negativos derivados del modelo de turismo. España tiene un músculo increíble para ofertar turismo, sin embargo su modelo es muy deficiente y le falta inversión. Nuestro modelo permanece anclado en precios muy bajos, de muy poco margen de beneficios, basado en la rotación y masificación. El gasto de turistas en nuestro país es muy bajo, totalmente alejado del de EEUU o Francia por ejemplo. Se necesita un cambio de modelo para incrementar la facturación y el gasto, solo así el empleo que genera este sector, que como vemos es muy importante, abandonará el estigma que supone la precariedad.
Por supuesto que hay reformas llevadas a cabo por el gobierno, como es la reforma laboral. Sin ella, la pérdida de puestos de trabajo durante los momentos más duros de la crisis podrían haber sido aún mayor de lo que fue. Sin embargo es necesario aumentar el calado y el número. No hace falta recordarles la situación de la Seguridad Social y el problema de las pensiones, es necesario comenzar a abordar esta cuestión y no dilatarla más en el tiempo.
Hace falta también inversión, algo muy necesario para afianzar el crecimiento futuro. Sirva como ejemplo que la falta de infraestructuras adecuadas como es el famoso Arco Mediterráneo, lastra la capacidad de movimiento de mercancías, un área que concentra fuertes empresas exportadoras. Por supuesto hay que poner orden en un país bipolar en la educación, o se abandona la escuela, o se es universitario. Sin una mano de obra preparada y adecuada al mercado laboral, el futuro es de una precariedad extrema.
Nuestro crecimiento arroja unos números deslumbrantes, sin embargo esconde unas debilidades importantes y que, a futuro, nos pueden volver a comprometer.
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